22.12.06

Van der Vals


Tengo esa tendencia a pensar en los orígenes de las cosas: un lugar sobre la tierra donde empezó a brotar el agua. Los mantos acuíferos salen a la superficie, se desbordan y corren forzosamente por la ruta con la pendiente más pronunciada.


Cualquier superficie, sin importar su forma, se puede representar por medio de una ecuación. Al integrar la ecuación de una superficie se obtiene información, como su punto más elevado y más bajo en el espacio y la pendiente más pronunciada en cualquier punto dado en el espacio. Maravillas numéricas complicadísimas. En un cuadrante en un espacio en tres dimensiones se otorga un punto cualquiera sobre la superficie. Sobre ese punto se hace la diferencial, que es lo contrario a la integral, o la integral en reversa; y se obtiene la ruta que una gota de agua seguiría al colocarla en ese punto. Se conectan las matemáticas y la física, la química también.



En la naturaleza existen sólo cuatro tipos de fuerzas básicas. Me fascina la información. El conocimiento que no sirve de nada, sólo nos da esa extraña certeza de saber que se sabe y punto.



La segunda fuerza universal es la fuerza gravitatoria y es por poco la menor de todas. Siendo incluso la fuerza casi más débil es la encargada de mantener a los planetas en sus órbitas, a las supernovas rotando en el espacio, formándose en un tiempo que no existe en nuestro tiempo.



Brota el agua y se desplaza por la pendiente que la dinámica de fluidos dicta, formando un río, hasta llegar al salto. Cada gota de agua, cada dos átomos de hidrógeno y uno de oxígeno se aprietan contra sí mismos y brincan al vacío, junto con millones de billones de átomos iguales. Se expanden, se dispersan, se vaporizan, se hacen brisa, caen juntos como un pelotón y abajo la tierra recibe un impacto fortísimo. Cae el agua golpeando con el martillo de la gravedad y forma una fosa donde el agua se acumula y se revuelve. Se forma una alberca natural, el agua continúa cayendo y el estruendo se escucha potente. Los humanos nos ponemos contentos o tristes al presenciar el espectáculo, pero ignoramos a la física y química que ahí acontece. Animales sentimentales.



Camínalo un rato en tu mente.



La primera fuerza del universo es la fuerza magnética. Esta fuerza hace que los planetas giren. Va de la mano con la fuerza gravitacional. Vivimos inmersos entre gigantescos campos magnéticos. Nuestra estrella de helio emite una fuerza magnética con la capacidad de afectar a una parte insignificante del universo. De paso nos mantiene vivos, o mejor dicho, nos ha mantenido vivos por miles de millones de años. Los científicos estiman que el sol ha gastado la mitad de su combustible. Y la evolución de las especies en esta cárcel-planeta nos tiene a los humanos ahora atascados en un neoliberalismo agobiante, donde el capitalismo se desborda insalubremente. Los dinosaurios son historia.



El agua después de estrellarse contra la alberca y formar nuevos universos microscópicos, llenos de fiesta y música, sigue su curso río abajo. A veces esa misma agua ve pasar a los salmones en contracorriente y no los juzga de nada. No se sabe de ningún oxígeno que le haya comentado al par de hidrógenos sobre una sola de las virtudes de los salmones, eso es trabajo exclusivo de los humanos.



La cuarta fuerza universal es la fuerza atómica, la más potente y difícil de romper. Con la cantidad suficientes de átomos en fisión atómica podemos terminar con este planeta sin problema alguno. Un subconjunto de éstas fuerzas son en extremo peligrosas. Las fuerzas que unen los átomos producen reacciones en cadena impresionantes, nubes en forma de hongo, ¡qué elegancia! Pero cuando logremos fisionar la partícula interna de un electrón, protón o neutrón; se aproxima mediante cálculos precisos que la reacción que se desencadenará borrará del mapa estelar a toda la vía láctea, sin problema alguno, en un abrir y cerrar de ojos, y quedará ese vacío esbelto; tenemos la capacidad de transformarnos en un hoyo negro muy cerca. La emoción de esta afirmación es grande. Es una cascada que ha caído por millones años y en una micra de segundo todo desaparece. Trucos de magia de gran nivel. Somos dios. La energía no se crea ni se destruye, sólo se transforma. Se transforma en hoyos negros.



Y el río corre, filtra sus impuerzas a través de todo su cauce. Se purifica, se convierte en agua potable. Arrastra semillas y vida a todo su largo. Intercambia sustancias entre las montañas y los mares. Al menos eso sucedía antes. Ahora sólo arrastra envolturas de frituras y sustancias degradadas expulsadas por las fábricas y por los caños, aceites que no se sintetizarán de nuevo a su forma orgánica por sí solos, detergentes que los peces sin remedio criban en sus branquias. Y nosotros nos sentamos en una mesa de manteles largos, velas altas, copas relucientes, coronados por candelabros de cristal cortado a mano; comiendo bacalao contaminado, salmón de alberca, langosta bañada en salsa de virus.



La tercera fuerza universal lleva el nombre de la persona que la descubrió. Las peculiares fuerzas de Van der Vals. Estas fuerzas se encuentran en nivel de potencia entre las gravitacionales y las atómicas. Son resistentes y nobles al mismo tiempo. Su fisión no provoca reacciones en cadena. Son estables y moldeables. Son las fuerzas que ocurren entre un átomo de oxígeno y dos de hidrógeno. La fuerza increíble que mantiene al agua unida. El agua forma los puentes de hidrógeno entre sus átomos. El agua no se puede comprimir, no se puede estirar. El agua y su nobleza absoluta, total. El agua es dios. Dios es agua. Tengo un altar dedicado a Tláloc en mi pensamiento. El agua que se hace sólida y nos permite patinar sobre el hielo, que se hace vapor cuando la energía del helio hecho luz la ataca a 8 minutos en tiempo luz desde el centro del sol hasta la superficie de todos los océanos. Y el vapor se condensa en la atmósfera de esta fruta azul que flota entre Venus y Marte. Y la avenida López Mateos se inunda cuando llueve. Y las plantas crecen cuando son regadas. El agua por naturaleza intrínseca se riega, no sabe tomar una forma definida, sino que se adapta a la forma de las cosas sobre las cuales es vertida. Somos seres hechos en nuestra mayoría por agua. Nuestros sentimientos y deseos más profundos no son más que fuerzas de Van der Vals intercalándose. Somos la cascada de la existencia conciente.

1.12.06

Tocar

Tocar es tan físicamente imposible, que tocarte sería rasgar el aire que separa tu piel de la palma de mi mano. Y me obstino en cruzar todo, sobre todos los humores que habitan en el suelo, sobre todas las miradas que aguardan vigilantes a la acción de mi mano. Tocar tu pelo y enredar tantos hilos que brotan de tu cabeza. Tocarte con la imaginación es profanar un templo virgen, y tocar es lo único que nos salvaría de tanta inmaterialización filosófica. Ya que mirarte es tan sólo observarte lleno de colores, además de que sentirte es un acto inconcebible. Aunque tocarte sería transportarme a un microcosmos invisible, sé que no es más que alargar mi mano hasta tu presencia efímera. Alcanzar tu áurea, adentrar en tu aroma, invadir tu sonrisa, abarcarte en un sólo pensamiento.


Intento.


Tocar: saber con precisión la temperatura de tu fronteriza corteza humana.



Tocar: escapar por un instante de tantas explicaciones repetidas.



Tocar: volver al lugar de donde nunca debí haber salido.



Tocarte y lamentarme el haberlo hecho, y hacerlo de nuevo hasta saber que no hay lugar en donde tu ego intente justificar la sensación sobre las yemas de mis dedos. Tocar sin decir palabra alguna, en medio de un frágil silencio. Tocar sin razones ni explicaciones confusas. Tocarte es inventar una historia nueva cada día, tocar hasta trascender.



Y creo que el tocarte es verte morir un poco y es darte vida al mismo tiempo. Energía. Necesidad. Grito. Angustia. Abstracción. Tocarte sin intención alguna, por el simple gusto de sentirte. Tocar sin poseer nada.

21.11.06

Marea II

Ayer la marea no subió, el mar se mantuvo donde acostumbra estar desde hace miles de años. Estaba el atardecer sucediendo ahí en ese instante, y en ese mismo instante pasaron millones de cosas en otros millones de lugares. Fuimos a buscar troncos para hacer una fogata, sí, como debe de ser un campamento verdadero, con fogata. Esperamos a que bajara un poco la temperatura. Las nubes flotaron hacia tierra firme abriendo el telón de una noche estrellada. Se oían las olas rompiendo. Prendimos los troncos y un cangrejo pasó junto al fuego. Entonces nos acostamos a ver a las estrellas, con las cabezas juntas y los pies apuntando en sentido opuesto uno del otro. Estuvimos buscando constelaciones que en realidad ni conocemos; buscamos la Vía Láctea y satélites artificiales, ubicamos a Marte, a Venus, a la Osa Menor, al cinturón de Orión y hasta los ojos de Santa Lucía. Vimos un par de estrellas fugaces. Hablamos del tiempo, de la velocidad de la luz, de Superman, etc. Estábamos rojos de quemados por el sol, enamorados, llenos de arena, con cervezas y güisqui en la hielera.

13.11.06

Marea


El momento ya empezó, estamos en él.


Tal vez podríamos ocasionar un tiempo alterno, un nido de minutos para acurrucarnos de por vida. Pero la situación no lo permite.


Mis brazos te envuelven y soñamos juntos cosas que nunca recordaremos. El momento es este, todo lo demás no existe; hasta que llegue el punto de abrir los ojos para ver qué es lo que sigue.


Y lo que sigue es siempre otro momento. Es estar, aquí, conectando momentos.

17.10.06

Otoño


La cuidad estaba limpia, el sol del atardecer a dos horas de esconderse, el aire claro, el cielo sin nuebes degradado de naranja a azul oscuro.


Llegó el otoño y el frío apenas empieza a acariciar. Luego unos besos en la azotea, la cuidad y sus luces, la tranquilidad de estar juntos.



Los problemas, los normales. Adelante el destino, la irrealidad. Aquí el mínimo punto inexistente del presente.



Se nivelan los pesos, la balanza concuerda. Física atómica de los sentimientos.

4.10.06

Notas al pie


Saúl frente al monitor sigue en la lectura con los lentes a la mitad de la nariz, ensimismado en la tranquilidad que se palpa en medio de su oficina desbordante de carpetas, contratos de arrendamiento de 1974, recibos de la CFE y un café tibio al lado, tirándole a frío, meciéndose en su tasa. –La tarde no da para más– pensó de la nada. Entonces detiene la lectura y apaga la computadora para irse a su casa.

Sale de un edificio cuya esquina está redondeada y tiene la pared llena de pequeñas ventanas asimétricas. La banqueta de la calle es lisa, bien hecha, con varios cajetes dentro de los cuales esbeltos troncos se elevan hasta formar un techo de ordenadas ramas, cubiertas por hojas verdes y luminosas. Manuela sale también del trabajo del mismo edificio y camina por esa calle todos los días; a veces cansada, luego pensativa; ese día iba hermosa con su falda pálida y la cara emitiendo las señas precisas de un enojo reciente, lo cual resalta su belleza. Desde la esquina en donde termina la cuadra da vuelta un camión, parece que se viene deshaciendo por tanto ruido que hace y aunque todavía el sol esta regándose débilmente sobre la pared del edificio formando un follaje de sombras, el chofer prende las luces y Manuela que en ese momento asoma la cabeza en dirección del camión queda encandilada, es como si viera a muchas hadas juntas desde el fondo de la calle abalanzándose hacia ella cual luciérnagas en estampida.

Saúl aspira profundo al pasar junto a Manuela para tragar lo más posible del perfume que ella va soltando a su paso. Todavía va caminando sobre la sombra de Manuela cuando se ajusta el pantalón levantándoselo por las caderas. Manuela lo ve de reojo pero en realidad no carbura la imagen de él, toparse con el panzón es un acto intermitente que no imprime ningún tipo especial de recuerdo en ella. Manuela se detiene en el filo de la banqueta y levanta el dedo índice, el camión se detiene; sube y se sienta en el primer lugar vacío que encuentra. Su vida es tan monótona que de hecho la tarde ya está bajando al subsuelo y ella va saliendo del trabajo. No había pasado nada, su enojo era inventado, todo está en la cabeza, en su imaginación que a ratos se desborda. Mejor se acomodó en el asiento relajando el cuerpo, apoyando un costado de la frente contra la ventana. Se fue un buen rato así, luego contó los días que habían pasado del mes, sumó lo que cuestan doce litros de leche y lo restó de lo que suman doce litros de leche en polvo. Y siguió contado, perdiéndose en números. Con su vocecita de hada-luciérnaga hacía las cuentas en voz muy baja:
- Si trece por tres son treinta y nueve que quitándole el nueve se obtiene un número múltiplo del dos, el tres, el cinco, el seis, el diez y el quince; y que menos veintitrés es igual a siete, múltiplo de nada y por eso el siete es un número primo (*1).
La aritmética la cansa y relaja. Es una terapia.



Saúl llega a su casa, estaciona el coche frente a la puerta principal. Se baja y justo al azotar la puerta del coche avienta un gargajo lo más lejos que puede, incluso balancea el cuerpo para darle un impulso extra a la cabeza, y que la parábola de su escupitajo se alargue gracias a la inercia recibida. Se va directo a prender la computadora, luego, mientras espera a que se cargue el Windows se mete a la cocina por una cerveza y de paso agarra unos trozos de jamón que se va comiendo al ir de regreso a la silla frente al monitor. Abre su correo electrónico para continuar con la lectura del tratado sobre los elfos (*2). Con una cerveza bien fría y dos jamones bajando al estómago se está bien dentro del trópico de cáncer (*3).



- ¡Mira qué buena sandía! - Dice Manuela al entrar a su casa, luego se acomoda en el sillón dejando a la sandía en el toldo que forma su falda.
- Sí, se ve bien buena. ¿Cómo estás contadora? - Le contesta su prima Chayo desde la mesa donde está rebanando unos pimientos rojos. Y continúa diciendo: - Oyes, nomás te voy a dejar cortadas estas chingaderas en tiras y ya me voy, ¿no? Tengo que ir por mi niño a casa de mi comadre.
- Bueno - Contesta Manuela totalmente indiferente, su pensamiento anda enredado en cuentas y mentiras.
Manuela se levanta, camina hasta la mesa y pone la fruta con forma de zeppelín sobreinflado en una bandeja de barro pintado. Se sienta del otro lado de la mesa donde Chayo está a punto de terminar su labor. Con una mirada extraña se observa en el espejo del fondo de la alacena; la mirada de ella con ella misma es como entre telones negros y carmín, y muy poca luz.




Saúl se olvida de su cara chata, sus brazos flacos y su barriga de chelero cuando adentra en el mundo tan maravilloso donde viven Elrond con su hermosa hija Arwen. Visita los palacios elfos que existen encumbrados sobre peñascos que caen en amplios fiordos que contienen un mar plateado, en reposo. Se olvida del mundo imaginando a Arwen con su cabellera negra y larga, su rostro blanco, los ojos grandes llenos de vida. Se desliza tranquilamente al ensueño perdiendo el contacto con la áspera realidad, allá se acurruca en una marea tranquila que lo suspende con delicadeza. De repente el teléfono timbra rompiendo el trance; Saúl alarga la pesada mano y contesta agitado:
- ¿Bueno?
Alguien le contesta del otro lado de la línea.
- ¿Qué quieres?
- ¡No, ahorita no puedo!
- Luego hablamos.
Y cuelga molesto.
Sin una decisión plenamente consciente terminó con la otra mano rascándose el pubis mientras hablaba por teléfono. Cede una vez más. Entra a perderse en ese campo virtual donde puede correr fuera de control. Inmediatamente mueve el mouse y escribe en el navegador la dirección de su página pornográfica preferida.




Chayo ya se fue. Cuando pasó junto a Manuela le acarició con ternura la cabeza. Manuela termina de cocinar el pollo con pimientos y cebolla, bañado en crema. Se come el guiso con la ayuda de un bolillo entero, el cual tiene una costra dura de pan bien horneado. Se toma una coca-cola® de-a-litro para que la comida viaje más cómoda hacia los procesos digestivos. Se comió sin prisas las tres pechugas de pollo, sin embargo el postre no se perdona y decide degustar unas rebanadas de rollo de guayaba acompañadas con otras de queso manchego. Terminó la cena y aun está sentada observándose en el fondo de la alacena. Ahí se queda un largo rato, mirándose a ella y espiando a ratos el resto de la casa que se refleja en el espejo a sus espaldas.
Manuela, en realidad, tiene una mente áspera, como la pura realidad. Ella, de alguna forma, sabe que no es bella, que de su cabeza no cuelgan cabellos rubios frondosos como ella intenta verse en el espejo. Reconoce también que manufactura situaciones en su pensamiento donde se ve obligada a enojarse. Ella tan tranquila, tan llena de paz, de misericordia y armonía. Ella la noble. ¿Por qué la gente es mala con ella? Se mira fijamente a los ojos y entiende el porqué. El rencor diluido en una locura rescatable la hace apartar la vista de la alacena. Deja de jugar a esconderse entre los platos que están recargados sobre el espejo. Regresa a la conciencia de estar sentada con la panza llena, y casualmente termina recordando a Saúl, el panzón que a veces ve saliendo del trabajo. Su cintura de hormiga se evapora convirtiéndose en lípidos y uno que otro músculo atascado por el malestar de saber que no es la Manuela de sus novelas mentales.
- Ahídios.
Y sólo esa palabra brota desde una esquina de la obtusa mente de Manuela. Suspira y se levanta fingiendo esfuerzos que no vienen al caso. Pero al hacer esto le está avisando al esponjoso sofá frente al televisor que ahí va, a desparramarse a ver el show de Cristina (*4). Alguien le comentó que si existieran los elfos, Cristina sería una de ellos, de seguro.




Después de navegar las fotografías de niñas faltas de pudor y con el corazón bombeando aun corriendo desatado queriéndose salir del pecho, Saúl abre el cajón donde guarda la plastilina color carne y moldea unas puntas para acoplarlas en la parte superior de sus orejas, simulando que es un elfo. Así se siente más cerca de Arwen. A las muchachitas del internet las idealiza con orejas puntiagudas también.



Manuela se embelesa con el show de Cristina. Recolecta una infinidad de sentimientos bondadosos al ver cómo familias que estaban enemistadas se contentan en la pantalla de su televisor. Se emboba y casi quiere llorar si es que ese día Cristina logra juntar a dos gemelos por segunda vez en sus vidas. Hasta se le figura que ella debe de ser pariente de la conductora del programa, y por ende alimenta su necia idea de ser alguien de provecho, alguien que coopera en el desarrollo de un estado de paz para el mundo. Recobrando así su imagen de ser alta, delgada, rubia y llamativa como las orquídeas fantasma(*5).



La realidad queda impávida frente a Manuela y Saúl. Lima sus asperezas con paciencia, lamiéndolas con dosis de más realidad que obstinadamente continua repartiendo por doquier. La realidad cree que si se frotan dos o más asperezas unas contra otras, se van desbastando los bordes puntiagudos hasta lograr algo liso. Se burla (con modestia) de los elfos, de las muchachas desnudas del internet, de la plastilina y de las cabelleras rubias. Y se preocupa por el efecto de los espejos y de los libros que regalan paraísos lisos y mitológicos en lugares muy distantes a este espacio lleno de rugosidades.



* Notas al pie:

20.9.06

Desconectado


Desconectado casi de todo, del mundo que espera algo de mí. De la pluma sosteniendo a mi mano, de mi mano deteniendo a mi cuerpo. A este cuerpo que contiene un aire enrarecido de donde brota no sólo la vida, sino la conciencia también.


A parte, partido. No roto, sólo un poco torcido. Tronco de círculos concéntricos cerrándose hasta el centro y principio de la nada, del tiempo. Rompiendo el centro de mí, de todos, de todo. En este flujo lento y constante de existencia tan fugaz; y un siglo es un siglo.



Las cortinas siempre abajo, llenando de gris este cuarto blanco. No hay cambios, son traslúcidas y los de afuera ven al oprobio moviéndose aquí dentro. El domingo el pasto estará verde y brillando bajo la luz incandescente del medio día después de una noche de lluvia; entonces enrollaré las cortinas, abriré las ventanas y correrá el aire; entrarán luminiscencias nítidas. Todos estaremos felices con sonrisas pintadas.



Se reestablecen las pautas primero, las conexiones poco después. El sol salta con tanta prisa desde el horizonte todos los días y hace el recorrido acostumbrado que demasiados usan para darle sentido a sus vidas. Biológico reloj, ¡santos relojes biológicos Batman!



No se acaba lo que no empieza todavía.



El uso de las palabras es de cuidado, de sumo cuidado. Uno en realidad no sabe lo que escribe, ni por qué escribe lo que escribe. Es como si las letras acordaran algo y después fueran brotando de la nada en un asombroso orden sobre este papel, sin conciencia de su egoísmo comeárboles.



Que se rompa la calma, que se moje lo seco, que las aletas se hagan patas, que cese la gravedad y que por fin todo se vaya al fondo de la chingada de este universo sin fondo ni forma ni razón de ser.



No te quedes observando como si de leer esto se tratara, rompe estas ideas y busca mejor afuera, en la verdadera paz y agonía de la nada, en el verdadero asco y afecto a la nada. Inventa otra historia, has otra vida para ti, demuéstranos cómo una sola vida no basta ni para los animales ni para las ánimas.



Todavía existe la magia, momentos que entre humo se abren paso en la áspera realidad de lo que nos toca. Es simplemente eso: lo que nos toca. Como un dado que cae y muestra un número; y vuelve a caer una y otra vez mostrando sus caras. Sin embargo nos queda el juego de la existencia que es nuestro y aunque es una cascada de diversiones estamos de espaldas soportando el peso del agua.



Si hay pastillas para dormir, para reducir el dolor y la depresión; también hay pastillas para suscitar la alegría, la euforia, el triunfo de la felicidad corriendo por la espina dorsal con sudores y escalofríos. El éxtasis efímero de la pupila hiperdilatada viendo de más. Simplemente lo que nos toca es eso.



Estamos aquí sentados dejando que las cosas sucedan impulsadas por fuerzas magnéticas interestelares. Un sol jalando a otro sol, un sol empujando a otro sol. Y en una falla algo que ha retenido suficiente energía estalla inundando el espacio de movimiento. Del reposo a la vibración hasta el orgasmo universal y luego el regreso al reposo total.



Puede ser que todo lo que exista sea nada. Las palabras, como posibilidades, son anti-matemáticas. Como ideas son anti-filosóficas. Como no son certeras son anti-científicas. Y son todo lo que tenemos para comunicarnos: lengua por lengua, idioma por idioma, dialecto por dialecto, letra por letra, sinónimo por sinónimo, significado por significado y etcétera.

6.9.06

Préstamo propio


Otra vez el acelerador hundido, cerca del piso.


El carro se desliza sobre los charcos, dejando una nube de brisa lodosa y gris, como las nubes vacías.



Amanece.



La cabeza juega con la velocidad de los pensamientos, atropellados ya. A ciento treinta y siete kilómetros por hora sube el puente. Lázaro Cárdenas sin patrullas ni carros, ni gente, ni perros. Enteramente sola y dispuesta a ser el altar en forma de vacío.



El puente sube, retando a la velocidad del coche. El acelerador todavía tiene fondo para seguir pegándose a la alfombra sucia. Lo que le queda a la mente también, curiosa e increíblemente, se pega a la alfombra sucia de la vida y el coche gira, brinca del puente al vacío, a la boca de la cuidad y se desbarata contra el muro. Metales crujiendo, cristales estallando, fierros disparándose, fuerzas encontrándose y la existencia se apaga: la selección natural de las cosas.

28.8.06

Ganas y formas de decir algo


La comunicación era inminente, se sentían muchas ganas de decir algo. Lo que fuera. Corrió al messenger y efectivamente una muestra muy pobre de la población se encontraba en línea. Desidió abrir un blog, entrar en la modernidad, buscar nuevas formas de decir algo. De decir algo. Decir algo. Ganas y formas de decir algo son harinas de costales diferentes.



Regresó a su silla, enrolló un poco más la cortina para dejar entrar a un conjunto de partículas o rayos luminosos de un mismo origen, que se propagan sin dispersión hasta el piso blanco. Escondiendo en una oración la bipolaridad entre la energía y materia de esos rayos-partículas de sol. Pensó en dibujar un rostro, alguien con los ojos cerrados y el ánimo agradecido por el baño de luz dorada. Pondría un amplio espacio negro sobre el cual volarían a través de la nada puntos de luz desde la estrella de helio hasta la cara del mundano ser. Dicho ser no tendría conciencia de la nada, ni de la estrella de helio. Sería natural tener a la bola de fuego apareciendo y desapareciendo tras lapsos de tiempo orbitalizados en ritmos cíclicos.

Pero no dibujó nada, sólo lo escribió y lo posteó en el blog. La comunicación cerró su ciclo, un microciclo más. La muestra de población sometida a la prueba de telepatía terminó la lectura presente y continuó con su respirar dentro de la atmósfera terrestre.