3.12.07

Campana sobre campana

Es la segunda. No. Es la tercera vez. No, tampoco. Es la cuarta o la quinta, ¿sí?

¿Y qué más da?

Allá lejos una morenita va a terapia y sólo queda más loca, patinando en el messenger. Hay perros que son sacados de las perreras, con muy buenas intenciones, obvio; y terminan en las veterinarias hasta que a alguien más le interese el flete. Estamos todos cansados y por eso tenemos prisa de recoger las cosas y decimos no más de cuarenta palabras. El sueño nos gana, porque horas antes, de noche, nos ganaron las ganas de jugar a la diversión garantizada.

El pequeño sistema que comparto con los otros animales, racionales y no racionales, se convierte en una caja negra donde todo entra y todo entra, se revuelve; la caja eructa, vibra y todo sigue entrando. Como si la nada fuera tan grande, más que el todo. Como si las coladeras fueran portales metafísicos que realmente lograran desaparecer las cosas.

Es la sexta vez que trato de seguir siendo amable. La séptima que tengo que experimentar más paciencia. La octava vuelta al hemiciclo del vacío. La novena a la virgen. La décima parte de un orgasmo o de un átomo. La onceava mentira. Doce cosas bien dichas.

¿Y qué más da?

Las estructuras atómicas no se van a deshacer por ninguna de las causas aquí expuestas. La combustión del helio no está por terminarse en el centro del sol. La genética no producirá monstruosidades. Los perdones vendrán por sí mismos a nuestras redes neuronales y con la poca certeza que nos quede, después de deshabitar el mar de la tranquilidad, seguiremos con los segundos pegados unos tras otros, hasta el último, el primero.


Tomado de la desmesura.

1 comentario:

leeleean dijo...

Las cajas negras y su afán de jodernos la vida.
:(
:s