24.3.08

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¿De dónde le salen a uno tantas energías?

Subirse a un taxi en Chincha por tres horas un viernes en la tarde, llegar al aeropuerto de Lima, hacer fila para documentar el equipaje, fila de casi una hora para pasar la aduana, fila para pagar las aguas de tocador libres de impuestos, fila para subirse a la aeronave, medio dormir durante las seis horas de vuelo hasta llegar a la T2 tan llena de círculos el sábado bien tempranito, desayunar huevos rancheros por fin, subirse a otro avión, bajarse del mismo en Guadalajara y tener que tomar un taxi compartido con algo de angustia innecesaria en el corazón por no dejar al sentimentalismo de lado, llegar a casa de los padres y no tener forma de marcar al celular de nadie porque el chip de Telcel no funciona en el celular de Claro que se compró en el Perú, meterse al Internet un poco agüitado por tanta cosa, encontrarse con quien se quiere encontrar e irse a comer una nieve y hablar sobre la protección sanitaria hacia el interior de los cuerpos, regresar a la casa de los padres, irse de compras toda la tarde, regresar para empezar a cocinar los platillos para la comida de pedida de mano de mi hermana del domingo, irse al Centro Cultural Chapultepec en la noche, hacer pisco sour, tronárselas, conversar con las amistades, ir a comer tacos a Mexicaltzingo, regresar de los tacos y ver que ya no queda nadie, irse a casa de los padres a dormir queriendo tener un celular para llamarle a quien ya se encontró porque se quisiera encontrar más de cerca.

Dormir unas seis horas.

Levantarse a seguir preparando la comida para la pedida de mano, ir al súper por los ingredientes que van haciendo falta, seguir cocinando, coordinar a las cocineras, remover los guisos, picar las frutas y verduras, sazonar, desayunar una torta ahogada, concentrarse en la hora y calcular el tiempo que hace falta para que todo esté listo, subir corriendo a bañarse pocos minutos antes de que llegue la familia política sin saber quién demonios inventó el concepto de familia política, bajar vestido y alborotado, saludar a la visita, disculparse y meterse a la cocina de nuevo, coordinar los toques finales, montar los platones con la comida, dar el aviso de que la comida está lista, sentarse a comer, comprobar que la comida quedó buenísima, observar la cara de satisfacción y los platos vacíos, beber vino tinto, champagne, cava, güisqui guardado en sabe dónde por diez y ocho años, empezar a bostezar descaradamente, escabullirse al jardín a dormir sobre el pasto, despertarse a los minutos porque alguien dice que hay que tomarse fotos, posar, sentir que se cargó la pila de la energía interna, empezar a coordinar el viaje a la playa, quitarse la ropa formal, ponerse la ropa cómoda, hacer la maleta para la playa, subir la maleta a la camioneta, subir el colchón a la camioneta, tomar algo de la comida que sobró, ir a recoger a quien se quiere encontrar para volverse a encontrar, ir a dejar al cuate, ir al Centro Cultural Chapultepec por fin, bajar colchón y maletas. Bajar la guardia, meterse en los brazos de quien se ha encontrado y que ya se tiene bien cerca para estrenar el sexo seguro.

Dormir.

Yelapa espera siempre y ahí se la pasa uno bien suave. Los días nada largos ni nada cortos, los primeros dos días sopló un aire frío pero no importó porque cada quien se acurrucó con su pareja y bien pegaditos se intercambiaron el calor corporal. Luego llegaron los días soleados, la manzana rellena, el alcohol moderado que hasta parecemos gente adulta, los pays, la tragadera incontenible, cada quien con su libro, la vista de la bahía desde arriba de la cascada, las tardes tranquilas en la cabaña frente al mar dormidos, abrazados, descansando, acumulando nuevas energías, regalando besos y palabritas cursis, disfrutando de cada bocanada de aire introducida al cuerpo, la luna en la madrugada mirándonos de frente a través de los palitos que forman las paredes de la cabaña, los métodos acordados para provocar la privacidad, las lenguas jugando a recorrer toda la piel del otro, los rincones expuestos de los cuerpos , las risas bien ganadas, los chiqueos, la felicidad resguardada de todo viacrusis inmoral, la comunicación abriéndose paso entre tanta buena onda.

Rescatamos un pedazo de historia que pudo nunca haberse salvado del jugo gástrico del olvido y del desacuerdo. Mañana habrá más aviones yendo y viniendo, tanto así que ahora ya estoy viendo los remolinos en la regadera ir en el sentido de las manecillas del reloj. Parece que el orden de las cosas es éste, que si las intenciones en el fondo fueron buenas el futuro traerá como saldo cosas buenas.


Tomado de la ley de la conservación de la energía: “La energía no se crea ni se destruye, sólo se transforma.”

3 comentarios:

Álvaro dijo...

Perfecto tocayo. sigamos pues con los piensos y gracias por los tips. cómo aumenté la anchura de los posts? no tengo idea, creo que ya venían así en el diseño que elegí

leeleean dijo...

Guni, este tocayo tuyo es el mismísimo Alvaricoque, ex-reportero de afamdo periódico mocho y excelente en la pista de baile. O sea, se conocen bien cabrón, por favor dejen de hablarse como un par de recién cyberamigos.

álvaro dijo...

jajajaja!!!! ahhhhhhhhhh ahhhh ahhh

chin