7.5.08

Felino feeling

Después de mucho tiempo de lluvias, borracheras, viajes, cambios, rompimientos, aventuras y desventuras, vuelos, conciertos, encuentros, recuperaciones, paseos, descubrimientos, lecturas, fiebres, partidas y llegadas y vueltas a partir, brincos a la alberca y al precipicio de la vida; después de tantas cosas que podrían llenar los espacios en blanco de este blog, llego hasta esta curva oculta del camino y me doy cuenta que extraño a Cat Stevens. Espero que esa ex-mascota mía ande por ahí todavía, matando pájaros y escalando paredes, y que alguien lo cuide, aunque sea poquito.


En una ocasión llegó Cat con una herida muy profunda en la parte superior de una pata trasera, sangrando. Todavía no cumplía el año. Esperé un día para ver cómo evolucionaba la cosa y ya que vi que se puso más fea lo llevé al veterinario. Me fui caminando con el gato en mis brazos, el felino lloró todo el camino, no tanto por el dolor de su herida sino por el susto de andar en la calle, cruzando Enrique Díaz de León. Al llegar con el veterinario inmediatamente pasamos a la mesa de trabajo, lo curaron e inyectaron. Recibí las instrucciones para hacerle curaciones en los días siguientes, tuve que exprimirle la pus de la herida y ponerle agua oxigenada; el veterinario me dijo que el gato se dejaría curar, pues sentiría alivio. Su pata se fue hinchando y tuve que curarlo tres veces al día. Me impresionaba ver la docilidad de Cat, el sabía perfectamente que le iba a doler, pero se dejaba hacer sin resistencia. Esos días no salió a las azoteas, se la pasaba echado cerca de mí, hasta que su pata se desinflamó y la herida se fue cerrando. De ahí en adelante cuando nuestras miradas se cruzaban notaba esa complicidad de amigos, de agradecimiento.

De ahí en adelante Cat me daba la bienvenida maullando desde la azotea cuando llegaba de la calle y baja por las escaleras a esperarme, corría por el pasillo adelantándose hasta la puerta de entrada del departamento y me esperaba a que abriera, sin usar la ventana de la cocina por la cual comúnmente entraba y salía. Me espiaba agazapado debajo de las mesas. Jugábamos al gato y al ratón, donde yo era el gato y él el ratón, me hacía perseguirlo por todo el departamento, hasta que se dejaba alcanzar, porque bien sabía que una vez que lo agarrara lo iba a chiquear un buen rato, me encantaba ver y sentir cómo se retorcía de placer cuando lo masajeaba sobre mis piernas y cómo prendía su motorcito interno. Y después de su sesión de amor, en el momento más tranquilo del momento, cuando menos me lo esperaba, sacaba los uñas y atacaba a mi mano atrapándola entre sus garritas y mordiéndola. Sus movimientos eran rápidos y me hacía creer que el ataque era real, y yo siempre me asustaba. Cuando él se cansaba, daba un brinco repentino a la alfombra y yo lo jalaba de la cola mientras él se aferraba con sus uñas a las fibras de la alfombra, extrañadamente le gustaba mucho que lo jalara de la cola, incluso lo levantaba por la cola y el animal era feliz así. Después de los chiqueos se iba corriendo a la cocina para exigir su ración de leche, y si yo me demoraba en ir a servírsela, el cabrón empezaba a maullar, primero despacio, y si todavía me demoraba más, maullaba con más fuerza. A veces lo hacía renegar y no iba pronto a darle su leche y entonces Cat se asomaba por la esquina de la sala, mostrando solo su cabeza, dejando de maullar, se quedaba acostado en el piso viéndome, con ojos de no te tardes.

A mi cuarto entraba muy poco, pero cuando me metía a bañar le gustaba meterse al baño y oler todos los rincones, mientras me observaba enjabonarme. Incluso hubo un par de ocasiones en que cerré la puerta del baño y de repente lo oía maullando desde la azotea arriba de la ventana del baño. Siempre me hizo gracia que quisiera meterse al baño conmigo, obviamente no se metía a la regadera, pero como en esa ducha no tenía cortinas y el agua salpicaba, Cat olía las gotas regadas por todos lados y a veces las lamía.

Todas las mañanas, cuando me oía entrar en la cocina, aparecía de un brinco por la ventana de la cocina y ágil se metía con movimientos muy rápidos hasta en medio de mis pies, tenía esa costumbre, de andar estorbándome al caminar, pero no sé cómo le hacía que se las ingeniaba para estorbarme sin llegar a ser aplastado por mis pies.

Luego nos fuimos a vivir al Centro Cultural Chapultpec y Cat nunca se acostumbró a compartir su espacio con un perro, Jeremías (el perro), estaba cachorro y se moría de ganas de jugar con Cat, por lo cual el gato salía huyendo despavorido, trepando por las paredes como hombre araña y sólo al caer la noche se acercaba a maullar desde la azotea. Luego llegó la vecina quejándose de que el gato se había vomitado sobre la cama de su hija y a fin de cuentas tuve que regalarlo a una persona irresponsable que lo descuidó y el gato hizo su vida por su lado.

Fin.


Tomado de las buenas relaciones entre los animales humanos y los animales gatos.

4 comentarios:

Celestina Tercioipelo dijo...

Creo que no nos conocemos, pero encuentro aquí que los dos amamos a los gatos.

Esos hábitos que cada gato tiene... caray, cada uno es tan irrepetible. Yo vivo con tres y los tres son muy diferentes, los tres eligen la manera particular en que quieren darme su amor.

Sé que Cat Stevens será irremplazable (y también que de seguro está bien con su actual independencia) pero si quieres un gatito, yo tengo cuatro que no encuentran casa todavía. Mi gata Morgana acaba de tener bebés y estoy tratando de encontrarles un hogar verdadero, alguien capaz de entender lo que significa vivir con un gato (que no tenerlo, porque a ellos nunca se les tiene).

Un abrazo aterciopelado para ti, Álvaro.

:)

Anónimo dijo...

hay que mirar hacia otro lado para no sufrir, cuando alguien a quien se quiere ya no esta o no va a poder estar,, pero hay ciertas " cosas" que nunca desapareceran, deduccion introspectiva para descifrar que será..., ...alvarito

leeleean dijo...

Pinche persona descuidada, me cae gorda, toda ella.

ah, sí dijo...

Ésto me recuerda al poema de bukowski, en el que habla un gato homeless. Te rompe el corazón hasta las lágrimas.