24.6.08

Palma de Oro

Nos sentamos a escribir varios cuentos, cada autor por su lado, y encontramos las divergencias de estar inspirados y suponer que se tiene alma de escritor. Imaginamos que las letras contarán por sí mismas fábulas redactadas con pulcritud. Hay cuervos arriba, sobrevolando nuestras ideas, con el queso de nuestra gramática a cuestas en sus picos. La cárcel es este mundo gravitatorio que revolotea sin sujetos circunstanciales, la culpa es de éstos días y éstas noches que genera la Tierra al ir dando vueltas al Sol, tantos ciclos cumpliéndose religiosamente por millones de años, hasta dan ganas de que se abra un hoyo en la atmósfera para que el espacio por fin se chupe nuestro oxígeno y carbono, para que finalmente se abra otro principio.

La angustia de estar en otra parte es cercana, allá donde la palabra lejos cobra más significado. Somos personas que se han suscrito para recibir el catálogo completo de todas las ideas y realidades y ahora no sabemos qué hacer con ellas, ni sabríamos qué hacer sin ellas ni con tantas cosas fabricadas. Necesitamos tanto aire semi-oxigenado, tantos coitos regateados sin intercambio de dinero, tantas posturas al estar desnudos sobre la cama frente a enormes espejos de piso a techo, tantas caricias hechas al puro aire, tantas miradas que caen en las esquinas donde nadie mira. 

Necesitamos aprender a relajarnos, a dejar que los bancos crean que van a poder cobrarnos los préstamos que nos han dado y observar a los ríos bajar entre ritmos asincopados hasta el mar. Son muy pocos los días de los años que tenemos para poder usar estos órganos y aparatos enfrascados en músculos y cosas flexibles que forman nuestras personas metidas en nuestros cuerpos. Hay cosas que crecen por sí solas, otras decrecen también sin impulsos externos. Los proyectos hay que presentarlos limpios, pulidos y con un retorno de la inversión que convenga a los señores feudales que ahora se etiquetan de capitalistas. ¿Será que el socialismo ya no existe? 

Los protones es mejor que permanezcan intactos, ¡ya no se necesitan más bombas! No hay motivos para quejarnos cuando se tiene un equipo de cómputo portátil que cuesta caro y no computa gran cosa. El secreto está en ejercitar al cuerpo y si la razón lo aprueba nos iremos a vivir debajo de los puentes, para ser felices pordioseros en constante ebriedad, para vagar como perros con hambre y sin dignidad ni necesidad de cariño. 

Seguimos sin comprender qué hacemos con nuestras vidas, nunca lo hemos sabido y no es que ahora queramos el entendimiento, es sólo que llegan días en que uno quisiera saber que existe un rumbo, o por lo menos una bolsa llena de millones de libras esterlinas que algún gangster olvidó para nuestra grata sorpresa. 

Tenemos a la electricidad de nuestro lado, controlada, dándonos soporte constante. Nos subimos a los barcos sobre el Mar del Norte enfurecido y no naufragamos. Hemos descubierto que la suerte reside en la pasividad; a menos acciones, menos reacciones y más oportunidades de acertar. Tantos lugares, todos con gente viviendo en ellos, haciéndose de comer y construyendo casas casi todas feas. Somos como el polvo, mugre capilar y microscópica que se infiltra en las grietas de los acueductos romanos del Japón.

Ya vienen los cuervos en descenso, abren sus picos soltando lo que nos han robado, recuperamos el reino de las letras con todas sus leyes escritas. Al recuperar nuestra gramática y lingüística curiosamente nos llegan las ganas de pintar, tocar instrumentos, bailar y hacer esculturas. Las letras se disfrazan de números, los números se esconden en fórmulas complicadísimas, los vectores en el espacio parece que convergen. El sentido se va haciendo presente en un momento fugaz para apuntar hacia la tranquilidad que siempre residirá en todo lo pasado. El futuro es el único pecado que nunca se cometerá.


Tomado de los coliseos cerebrales sin competidores palpables.

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