5.6.08

You look good when you wear it well

“Nada que pueda decirte, te ves bien cuando vistes bien”, dice el que canta ‘ready 2 wear’ de Felix Da Housecat. Ahora ya no podemos usar audífonos para escuchar música en el trabajo. A este paso van a terminar por descontarnos del sueldo el papel del baño que usamos, cuadrito por cuadrito. Pinches nazis. La vida se vuelve más compleja cuando no se tiene música de soporte para ecualizar el paso del tiempo. Trabajo en un sala de juntas con aproximadamente 10 personas a mi alrededor, no siempre estamos los 10 pero sí por lo menos 4 ó 5 , algunos de nosotros optamos por poner música desde nuestros equipos portátiles, esto se convierte en una guerra de gustos y volúmenes. Yo pierdo las batallas y la guerra completa, aquí nadie sabe que existe un remix de Fred Falke de la canción de Colours de Hot chip, el cual me tiene atrapado desde hace un par de semanas por su deleitosa sencillez, bueno, en realidad tampoco saben que existe Hot Chip, ni saben que hace pocos días logré bajar de un Internet lento y precario la producción de Hotel persona y si lo supieran no les interesaría escucharlo, ni el disco de Pour les filles vol. 3 de Cuiziner que bajé ayer y ni he oído, ni quiero oír en medio de esta guerra de bandas que se desata en mi trabajo. Tomo café y mi tripas reclaman la cafeína que se va introduciendo al cuerpo con pequeños espasmos controlables. Aparecen en mi mente ideas maléficas infantiles que me hacen poner en repetición automática una canción por más de 36 minutos seguidos, volumen moderado como siempre que no se están usando los audífonos, esperando volver loco a más de alguno con las repeticiones acústicas programadas. Eso me divierte un poco, diversión desprovista de gracia, típica del oficinista corporativo aburrido. Tal vez ahorre algo de dinero en este trabajo, por otro lado me preocupa un poco qué tan ñoño voy a terminar después de exponerme a dichos menesteres y pasatiempos de la gente que vive para trabajar.

I need someone to hurt”, dicen las señoritas de Client, y me llevan a reflexionar si es que yo también necesito a alguien a quien herir, que transpuesto a lo cotidiano significa alguien a quien amar. Así es el negocio, ¿no? Conforme uno conoce a alguien y se adentra en una relación, bienintencionadamente, los eventos acontecen y se van sumando, acumulándose la dicha y armonía. Nadie quiere levantar el teléfono cuando se están en medio de una sesión de besos y caricias en cualquier tarde sobre el colchón súper esponjoso de marca gringa. Las telecomunicaciones no se detienen ante nada ni nadie, los mensajes de texto son enviados y por lo tanto recibidos, si los lee el destinatario se saltará la comunicación desbordante en que vivimos, lo borra y todo bien; pero ¿qué pasa si lo lee el no destinatario? Las interpretaciones son muchas, las causas y los efectos empujan a la formulación de hipótesis en las cabezas de los no destinatarios hasta formar una inmensa jaula llena de ideas que como aves de todos los augurios revolotean sin parar noche y día. Insisto, vivimos creyendo que las cosas son como son, cuando sólo poco es como es.

No quiero usar un punto y aparte, es mejor que todo quede conglomerado en una masa que diga las cosas entremezcladas con la intención de perder las intenciones de comunicar algo. Entrelíneas nada, aquí todo está bien claro, el mensaje sobreexpuesto en las letras, mi pierna brincotea por sí sola bajo la mesa, debo de estar nervioso o es el efecto de la cafeína.

Would you like me to cock dirty to you?” dicen las señoritas de Neon fever en la canción de ‘Watching cars go by’.

El fin de semana pasado fui a un oasis con su desierto alrededor el cual se extiende por muchos y muchos kilómetros dando cabida a las líneas de Nazca. He ido dos fines de semana seguidos a este oasis para equilibrar los días laborales de la semana con los días de relajamiento del fin de semana y es hora que no me subo a una avioneta para ver las líneas de Nazca desde el aire. En el hotel donde me quedé tienen un perico bastante amigable. Casi no he interactuado con las aves, uno no está acostumbrado a acercarse a un perico y que éste estire su pata queriendo que le acerques la mano para subirse a ella. Fue divertido cotorrear con el cotorro, me dijo ‘hola’, ‘hello’ y ‘guapa’, yo le dije ‘cotorro’, el animalito quería a toda costa un trago de mi cerveza. Después me lo puse en el hombro y ahí anduvo un buen rato, hasta que empezó a morderme la oreja y tuve que llevarlo a sus columpios, lo subí de nuevo a mi mano para acercarlo a su lugar, el perico no quería irse y dio batalla, afortunadamente sus picotazos no eran tan fuertes. La guacamaya del fondo se limitó a gritar de vez en cuando y ni quien quiera ir a agarrar a semejante pájaro, esta muy grande para andarlo manipulando.

Otro punto y aparte, ya casi llegando al fin. No más más, no más menos. Tengo hambre y suelto un punto final espiritual.



Tomado de mi mirada que no se despega de un brawnie imaginado.

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