20.8.08

Meta-caminatas

Entonces decidí salir de mi cuerpo a caminar por el lago. El día era cálido para ser invierno así que me fui desnudo por el sendero de tierra dejando a las sombras untarse a mi piel hasta vestirme de ellas. Las hojas secas caían de los árboles como fantasmas descendiendo en espiral con una belleza café y rara, casi ordenada.

Al llegar junto al lago me inundé de una visión de agua profunda. El bosque se reflejaba esbelto sobre la superficie líquida, empecé a caminar tranquilo por el borde del agua mojándome hasta los tobillos. Todo estaba vivo a mi alrededor, lo sentía en ese exhalar diminuto que tiene la naturaleza cuando le pones demasiada atención, el bosque soplaba frente a mí su aliento de aire renovado haciéndome sentir igual de vivo que los escarabajos y las nueces regadas en el campo.

Llegué hasta una roca que descansaba sobre el agua, al ver su superficie tan lisa me acosté sobre ella y me puse a contemplar al agua que la rodeaba en complicidad con las estrellas. No estaba solo, pronto me encontré platicando con él. Se me quedó viendo como agradeciendo mi presencia con una mirada de inocente perversión. Su voz era firme como árbol, como un árbol que anida sonidos que amo y que esparce palabras que forman significados reales, hizo que terminara absorto en sus palabras.

Me platicó sobre mi vida, sabía que con frecuencia caminaba solo y me preguntó cómo es que nunca había ido a ese lago, hasta esa roca. Yo pensaba que mis caminatas tenían que ser otras, por otros senderos y en otros ambientes, por eso no le respondí. Pero él me dijo estar de acuerdo, como si conociera las respuestas que callaba. Algo comentó sobre el placer de caminar desnudo entre las fresas silvestres y los pájaros de pecho rojo.

Entonces tuve la confianza de explicarle por qué a veces lloraba debajo las sábanas, de las nubes grises de lluvia y de la luna llena; y por qué otras me reía y bailaba hasta el amanecer. Sin darme cuenta terminé contándole mis secretos, a lo cual contestaba despreocupado "¿Y qué hay de nuevo con eso?" A mí me parecía que todo era nuevo, era como probar hojas de menta fresca por primera vez.

Me miró con determinación, como enojado, me abrazó despacio y me llevó al agua fría para sumergirme en ella. Cerré los ojos y empecé a soltar todo el aire de mi cuerpo conforme me descendía al fondo del lago. Hundido me tomo con sus dos manos del cuello y me llevó más hondo hasta tocar el suelo del lago. Ya no sentí nada, había muerto feliz y ahogado.

Me di cuenta que había dejado de respirar y lo saqué sin prisa del agua. Lo abrasé y lo llevé cargando hasta el pasto donde el sol sin estorbos lo secó, él no se movía. Le acomodé el pelo húmedo y naturalmente lo besé en la boca.

De regreso, por el sendero de tierra, pensé en lo bella que es la muerte comparándola con una mariposa negra de antenas largas y puntos naranja en sus alas. Recordé con gusto que pocas veces platiqué conmigo hasta la muerte ...y la resurrección.


Tomado de diálogos internos semi-bíblicos y del concepto del fénix acuático.

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