9.10.08

Cover us in chocolate

James es uno de esos grupos que escuchaba una y otra vez sin aburrirme. Ayer los vi en vivo, el boleto estaba carísimo, leí por ahí que valía le pena verlos, llamé a la expendedora de boletos y toma chango tu virote, $560 con todos los gastos de emisión y sabe qué más incluidos, entrada general; ni que fueran Madonna pensé y sin pensarlo todavía menos les facilité el cargo a mi T.C. La diosa Nortia, consciente de la crisis financiera provocada por los putos gringos, inmediatamente se dio cuenta del daño causado a mi microeconomía e intercedió en mi favor. Llegué y la taquilla para recoger los boletos estaba pasando el control donde los recogen, así que cuando me pidieron mi boleto les dije que lo tenía que recoger en taquilla, pero como nadie me dijo exactamente dónde estaba la taquilla, me seguí de frente y entré sin boleto. Hice uso de mi lógica deductiva, busqué a algún conocido que me prestara su boleto ya usado y salí a revender el mío en $300. Gracias Nortia.

Acá en el rancho grande sí cantaron She’s a star, pero la que más quería oír en vivo era Destiny calling, pero nel, ni sus poco más de dos horas y dos despedidas con regreso fueron suficientes para que cantaran esa canción, no importa, de cualquier forma me transportaron a tiempos de la década pasada cuando frecuentaba mucho sus melodías. De nuevo reflexiono sobre lo agradable que debe de ser para los artistas que ya llevan años subiéndose a escenarios y vienen a México por primera vez, porque siempre hay una primera vez para todo, y se encuentran frente a un público pasional que encantado de la vida corea sus canciones y los convierte en los reyes por un rato. Me gusta cuando al final del concierto alguien del grupo saca su cámara para tomarnos una foto a los espectadores, me imagino que después mostrarán sus fotos y les contarán sobre esa pasión latina que brota en los conciertos a otros artistas y así esos otros artistas también querrán venir a levantar sanamente sus autoestimas.

Fui en bici al concierto escuchando Dear science. De regreso pasé junto a los arcos del milenio, eran pasadas las 11 de la noche, no había carros. La velocidad perfecta para ir viendo cómo se intercalan los arcos conforme uno avanza es la de la bici.

Creo que es hora de que me ponga a trabajar, por aquello de los sueldos y salarios integrados que se tienen que desquitar. Debería de hacerle como en el club de la pelea, armar la ficción que comprometa a mi patrón con una indemnización de por vida y dedicarme a sólo ver pasar las nubes, pasan tantas cosas en el cielo...


Tomado de la cultura a precio justo por intervención divina.

1 comentario:

ah, sí dijo...

¿qué no estabas en perú? ¿wtf?