9.1.09

El plan funciona

El campo parecía descansar después de la tormenta y fue entonces que pude reflexionar.

Cuando algún despistado me pregunta sobre lo que busco en alguien nunca sé responder, antes me impresionaba el hecho de no saberlo, me hacía sentir en una especie de desubicación individual e íntima imperdonable. Me he dado cuenta que en realidad poco importan las cualidades y virtudes de la persona que se encuentra a nuestro lado, es nuestra química cerebral la que nos hace disfrutar de su compañía, es decir, nuestra propia predisposición para pasarla bien. Bueno, sí, tiene que haber algo. Cuando tomamos la decisión de tener esa relación especial con alguien parece ser que poco importa el listado subconsciente que tenemos de la pareja perfecta. Además no existe una persona que en realidad pueda encarnar a la pareja prefecta que a veces ideamos. Habiendo zanjado la diferencia entre querer, amar o simplemente desear a alguien; habiendo desechado por segunda vez la noción de construir una relación a larguísimo plazo, uno se va quedando llanamente con uno mismo. Y es reconfortante voltear hacia adentro del saco y ver entre tantas joyas y desperdicios un tanto en favor de las joyas, aunque algunas sean robadas y ajenas.

La perfección es sólo noción, es como dios. La humildad amoldando al ego puede ser un concepto funcional, siempre y cuando la concibamos alejada de los cánones religiosos. Hace ya años en que me hice un planteamiento de lo más interesante: “¿quién quiero ser?, y ¿qué tengo que hacer para llegar a ser la persona que quiero ser?,” los resultados obtenidos a la fecha son.

El primer paso para responder a esa pregunta empezó en saber quién no quiero ser. El segundo paso fue cómo lograr la amabilidad que se busca, la capacidad de escuchar, el control del descontrol. Luego se levanta la lápida del pasado de donde salen las aguas negras que tanto queremos almacenar en vez de bañarnos un rato en ellas y después verlas correr.

Ayer no tenía ganas de salir, estuve a punto de llamarle a la señorita A para decirle que no pasara por mí. Y con toda y mi gigantesca hueva fui, porque ¿para qué ando pidiendo carrito si luego no me quiero pasear? Luego caí en cuenta que estoy rodeándome de gente que me posibilita una serie de reflexiones y ambientes dispares, por igual sustanciosos. Voy a seguir siendo esa persona que entre escuchar u opinar va a optar por escuchar. Esa persona que un día abraza toda la noche en su cama a un completo extraño, sabiendo de antemano que no habrá un futuro para reivindicarse. Esa persona que un día se mete a una casa de gente de clase media baja y observa encantado a las tortugas que tienen en su patio, y ese mismo día sube en elevador al penthouse donde vive gente igualmente sencilla con una bebé que juega con las castañas. Son placeres raros.

Ayer hablamos de cómo uno mismo aprende a controlarse. Sí, a todos se nos van las cabras, pero no todos hemos aprendido el chiflido particular que las hace regresar. Mucho menos nos tomamos la molestia de primero atar a las que se tienen en control para ir por las que andan locas en los riscos y en las cristalerías. Es bien cierto que cuando logramos abatir la desazón y rescatamos a las cabras, juntamos el hato y recobramos la cordura, la paz regresa por sí misma. Es impresionante entender esto, se desgasta uno menos si nos damos a la tarea de meter control que si dejamos al descontrol tomar las riendas.

Y he ahí donde radica la ventaja de cumplir años, la gran ventaja de entender.

Si una persona nunca ha experimentado, por vías meramente personales y hasta íntimas me atrevería a decir, una epifanía que lo deje pasmado y desconcertado, pero por sobre todo maravillado del aprendizaje, será una persona degradada a no tener poder de decisión, no tener eso que ahora parece valer más que el oro, una individualidad espontánea y original.

Por otro lado, no todo es de bajadita y sin frenos, ese reto de poner atención hacia el centro de uno mismo hasta alcanzar ideas propias, ese reto de meter al orden en medio de todo este natural desacuerdo en que existimos, ese poder de decisión para ser la persona que queremos ser; conlleva un esfuerzo que sólo pocos acatan por convencimiento propio. Y ni siquiera todos esos frenos y tornados debajo de nuestra piel nos garantizan un resultado positivo. El hecho de vivir es eso precisamente, entender que no hay logros en esta vida, no hay pedestales a los cuales treparse para permanecer inmaculados por los siglos de los siglos. Está en nuestra naturaleza rebotar. No puedo estar más de acuerdo con la señorita L cuando afirma que mañana puede negar lo que hoy ha afirmado que nunca va a negar. Y el cuento de los santos y de los iluminados que se lo platiquen al que no mastique, al que necesita esos modelos de vida porque por sí mismos serían un animalito que también habla.

¿Qué les puedo ofrecer para motivarlos en este camino? El mini-súper-nirvana en dónde todo está bien. Si tengo dinero, bien; si no tengo dinero, bien. Si tengo amor, bien; si no tengo amor, bien. Si tengo lujos bien; si tengo miserias, bien. Si voy a vivir, bien; si voy a morir, bien. Precisamente ayer continuábamos la plática por estos parajes, cuando caímos en cuenta que no es así. Nada de mini-súper-nirvanas, nada de que todo está bien. Con mucha pena lo tengo que decir, este post sólo servirá para la gente acomodada. Sí, acomodada en el plácido lugar de la solvencia económica o si le quieren llamar de otra forma, la gente con un flujo de efectivo. Las putas necesidades de Abraham Maslow de nuevo.

Se cae el teatro. Aquí a mis pies observo todo el escombro y escucho a uno que otro sobreviviente maldecirme de por vida, como si todo fuera por fin mi culpa. Pero como todo está bien y soy el diablo, una burla que trato de ocultar me recorre la cara. Pero como está bien y soy el dios, rescato a dos o tres de entre los escombros y los tranquilizo contándoles el cuento ese de soltar las cabras y luego ir a por ellas. Al fin de cuentas yo seguiré prefiriendo escuchar siempre antes de abrir la boca, hasta que sea lo contrario y la vuelta y su contrario y la continuidad. Seguiré controlando a mis cabras y a mi flujo de efectivo. Construiré minutos nocturnos con muchos extraños más, hasta que alguno de ellos se empeñe en dejar de ser un extraño conmigo. Estaré atento en seguir siendo esa persona que siempre he querido ser, y cuando momentáneamente lo logre me sentiré invencible; y cuando me pille haciendo lo contrario a lo que hace la persona que siempre he querido ser, espero que se me ocurra un diminuto guiño oculto para conmigo mismo y evaluar inmediatamente la situación para decidir si le sigo o si me detengo.

Mis cabras tienen a su vez cabras en sus interiores que atender. Así que paciencia. Así que buen humor de aquí para adelante. Así que puro sexo y nada de amor o todo el amor y todo el sexo hechos bola en un amasijo que a muchos les produce asco. Así que nada de perfeccionismos. Así que vamos a ver cómo le hacemos para regar un poco más de arte por las calles, como si los museos y galerías estuvieran enfermos y vomitasen todo hacia las calles. Así que a seguir rodeándome de estas personas que parece ser que también existen. A procurarme más revelaciones que me comprometan en esto del desarrollo de mi persona sólo para conmigo mismo.


Tomado de un par de palabras que la señorita L usó ayer y del fabuloso concepto del conmigo mismo.

2 comentarios:

Zabioloco dijo...

lo que me sorprende es que no haya más piensos...


Saludos älvaro, sigues teniendo una capacidad narrativa envidiable
(casi tanta como tus niveles de serotonina)

y el amasijo que a todos les produzca asco, podría volverse Arte. tal vez como un Pollock
mezclado con esa de picasso de unas putas entrelazadas.

Y pues obvio saludos a la señorita L ...
y a tí feliz año... aunque dudo que no sepas que es lo que quieres.

álvaro dijo...

no sé lo que quiero, según esto... másysinembargo ahí ando chiflando y comiendo pinole al mismo tiempo.

las señoritas de aviñón + pollock = arte cochino. vale!

niveles de serotonina? nah, es puro teatro virtual.

happy-happy, joy-joy
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2012 y se acaba el mundo :)