27.6.09

Belly

No controles.
Flans.

Adentro tiene un cartucho gastado de baygon azul con restos de cerveza y de cualquier forma los mosquitos nadan sobre las cabezas en la madrugada; llovió, el aire está mojado. Puntos suspensivos y luego el fin.


Tomado de Agoraphobia.

25.6.09

Further into the future

Hold me up so high to touch the sky just one more time.
The cure.

Los novios del futuro se enamoran en páramos secretos lejos del amor, son demasiado cautelosos, directos, inocentes y posiblemente gracias a su inercia futurista nunca han de confiar de nuevo en eso que la mayoría asume como relaciones formales. Sus interacciones son estables por ser ligeras, tan faltas de compromisos y de barrotes; con tanto aire y bosque de por medio es imposible ahogarse. Ellos no se pertenecen el uno al otro, su responsabilidad va para consigo mismos. Confunden al sentimentalismo entre caricias tiernas que se reparten distraídos, sueltos, un poco libres, un tanto ajenos. Llenan sus horas juntos de pláticas constructivas en vez de volverse sólo cursis. Los besos que se dan son reales o difusos, cualquier cosa menos patéticos. Se permiten una comunicación transparente, carecen de juicios altivos y como anulan constantemente al verdadero amor, su sentido de pertenencia se hunde para dejarlos al fin de cuentas solos, como al principio, como si nada hubiera pasado.

Se premian los ligues con otros por medio de un abrazo fuerte, llenos de un respeto antiguo, contradiciendo todo su discurso. Ellos no saben en sí gran cosa, sólo están preocupados en inventar nuevas formas de satisfacer sus necesidades de pertenencia; su egoísmo, hedonismo y narcisismo crecen sanos, fuertes, imponentes. Y sobre todo callan sus intenciones para con el resto de sus congéneres, disfrutan de su confusión propia y de la confusión que provocan en los demás. Los novios del futuro son incomprendidos ahora, está bien, ya que ni ellos mismos pueden explicar la lógica de sus encuentros. Se arrebatan el apoyo de uno al otro como hienas frente a animales en descomposición, recelosos, con un gesto de ataque en la boca exponiendo sus dientes en señal de cautela. En esa decadencia se aman con una fórmula nueva, repetida y descentrada, visceral. Incapaces de jurarse algo se juran la nada, el vacío, el fin, la vuelta y allá en el fondo de todo vislumbran al futuro, a la muerte que los reafirma y bendice con una ironía bien presente.

Ellos no construyen juntos, sólo agendan lapsos de tiempo para verse a los ojos, prefieren mirarse sin tapujos en vez de ilusionarse con días felices, pasteles rosados, aniversarios fieles y de cualquier forma se mimetizan, pues de eso nadie escapa. Los novios del futuro destruyen el amor con más amor, con un amor de otro tipo; un meta-amor aguerrido, musculoso, escaso, volátil, extraterrestre, de súperhombres. Se lamen las heridas y procuran no hacerse nuevas. Se olvidan con una comodidad envidiable el uno del otro para darle tiempo al tiempo y esperar a que llegue otra mañana con un dejo de extrañamiento para simular una alegría en el reencuentro. Anuncian con una voz muy queda la descomposición del núcleo social y cual arpías con doctorado en falta de compasión quieren destruir todo lo establecido y correcto, se protegen con esmero, se cuidan a ratos, se descuidan después, toman todo el desorden y se lo beben de golpe, eructan groseros y alcanzan otro tipo de felicidad, una más animal y aterrizada. De esa forman aseguran en el futuro el regreso hacia lo prehistórico. Estudian juntos los motivos que mueven a las personas a unirse, a quererse. Y en esa sabiduría reciente gozan destrozando a las cosas con martillos mentales, hasta volverse locos, escapando así de la sanidad, de los manicomios sin puertas donde todos vivimos entre asustados y obedientes. Ellos son los profetas del Apocalipsis social. Los novios del futuro son tan arcaicos y obsoletos que en realidad no innovan nada. Son una burla al futuro afirmada en el pasado, son la vuelta que cierra la circunferencia, la estampida en un espacio donde no se puede correr y sólo rebotan, se estrellan, aves fénix graciosas y sumamente estúpidas, payasos descorazonados con más lágrimas pintadas que sonrisas. Niños queriendo ser adultos, enlodados en su adolescencia, como si estuvieran perdidos en un laberinto invisible y autoimpuesto.


Tomado de lo real en la ficción.

17.6.09

Porno del bueno



Gustave Courbet hizo esta pintura al óleo sobre lienzo en 1866. Hojeando la enciclopedia de historia del arte de mis padres llegué hasta él, la impresión que me causó sigue vigente, de hecho cada vez que veo el cuadro un susto y una intranquilidad de apoderan de mí. ¡Tal atrevimiento, tanta vanguardia! Es desconcertante para un provinciano semiculto,143 años después de realizada ésta gran obra de arte, ver de frente el origen del mundo. No seamos estrechos de pensamiento, mi susto no tiene relación directa con dolencias freudianas en apariencia; éste es verdaderamente un susto artístico y me mueve, profundamente, a reflexiones que van más allá de la técnica.

La mujer parece fresca, relajada. Ella es joven y se encuentra acostada medio envuelta en una sábana, posiblemente flotando en un espacio oscuro. Nos está invitando a verla, aún más que eso, nos reta a verla de frente. Ella parece no tener vergüenza, en cambio nosotros fácilmente podemos enrojecer frente a ella. Ella que no existe en realidad, pues son sólo óleos intercalados. Y nos deja solos con nuestra reacción frente a la unión de sus piernas abiertas. Me imagino que sin importar la preferencia sexual de quien la observe, nunca será lo mismo lo que los hombres en contraposición a las mujeres observen al ver este cuadro.

Ahora que la pornografía es algo tan cotidiano, ver una vagina expuesta con tanta delicadeza y esmero me conmueve. Me hace no perder la fe en nuestra naturaleza. Reivindica la confianza en el ser humano. La apertura en su máxima potencia. Courbet sigue destapando tabúes 143 años después de haber pintado algo tan simple, directo, natural, normal, común, húmedo y penetrable. Ver el origen del mundo es experimentar un parto conciente y nacer ya crecidos, pensantes, temerosos.

El origen del mundo.
55cm X 46cm.
Museo de Orsay.
París.


Tomado de Rodrigo impresionado (supuestamente no debería hablar así de las vaginas).

16.6.09

Los iniciados

You could have it all, my empire of dirt.
Jonnhy Cash.

Cariño… pienso que las cosas no existen. Un vaso, un hombre, una gallina, por ejemplo, no son realmente un vaso, un hombre, una gallina, son tan sólo la verificación de la posibilidad de existencia de un vaso, un hombre, una gallina. Para que las cosas existiesen realmente tendrían que ser eternas, inmortales. Sólo así dejarían de ser únicamente la verificación de ciertas posibilidades y se convertirían en cosas. En efecto, de tanto modificarse, son utilizadas por la naturaleza, la cual verifica mediante sus transformaciones todas las posibilidades de las que dispone. A manera de ejemplo, una gallina, en el momento mismo en el que cumple su “deber natural” y pone un huevo, deja de ser una gallina para convertirse en el medio a través del cual la naturaleza verifica la posibilidad de existencia del huevo y, por ende, del mundo de los volátiles. Las misma ley es aplicable también al problema del espacio, tanto para el macrocosmos como para el microcosmos.

En el universo en expansión o, en todo caso, en movimiento, los planetas y las estrellas ocupan –y verifican en sus evoluciones– la existencia de espacios nuevos que concuerdan con su naturaleza desde el punto de vista dimensional (de lo contrario se modificarían o se desintegrarían). El hombre, estimulado a su vez por la misma “causa natural”, parte a ocupar nuevos espacios. Una de las propiedades que hace que un objeto sea tal es el hecho de que por su presencia en un sitio dado impide a otros objetos tomar su lugar. Dado que no existen cosas que permanezcan invariablemente en el mismo lugar, dejan de ser objetos y se transforman en verificadores de ciertas posibilidades espaciales, es decir en energía. Lo que para los objetos se plantea como un problema espacial, para nosotros los hombres constituye un problema temporal. Cuando efectuamos una acción cualquiera, por ejemplo cuando corremos, no estamos realmente corriendo, sino que simplemente verificamos la posibilidad de correr y la existencia de la carrera y transferimos esa experiencia a la “naturaleza”. En efecto, si lo comparamos con la longitud del tiempo de duración de nuestra especie, disponemos de algo sumamente limitado en el transcurso de nuestra vida para poder gozar de esa experiencia. Para existir de veras deberíamos detenernos en el tiempo y comenzar a vivir nosotros mismos, así pues, ser nosotros mismos los verificadores, para nosotros mismos. En tiempos remotos, el hombre no disponía como nosotros de tecnologías de punta ni de ciencias avanzadas como las de hoy; es por ello que la posibilidad de enfrentar la muerte con cierto margen de éxito era mucho más limitada. El ser humano siempre ha idealizado la vida eterna. Hoy en día, seguimos hablando de vida eterna, aunque con una diferencia: nos es dada la posibilidad de alcanzarla. Tendríamos que orientar el conjunto de nuestros esfuerzos y de nuestras posibilidades (principalmente en el ámbito científico y tecnológico) hacia ese objetivo único. Los que para el hombre de antaño eran simples medios (que le permitían salir victorioso de la lucha eterna contra la naturaleza) se han convertido hoy en objetivos; estamos libres de la aprehensión inicial y de las reacciones que la acompañaban y nos hemos convertido en locos que corren sobre una bola que vaga a la deriva por el espacio. El temor a la muerte siempre ha sido sublimado o utilizado por los poetas, los filósofos, las religiones, los artistas, pero nunca ha sido enfrentado con la sangre fría necesaria.

La mayoría de las actividades del hombre que hoy suelen parecer injustificadas se tornarían lógicas una vez alcanzada la inmortalidad, pues sólo en ese momento podríamos permitirnos objetivos fantásticos e irracionales destinados a brindarnos alegría (arte, investigaciones científicas, etc.) En la actualidad la biología ha divisado cómo podría influirse sobre las células que fundan el deterioro del cuerpo humano. Es decir, sobre el proceso que conduce inevitablemente hacia la muerte. Por desgracia, quienes emprenden esas investigaciones son muy contados respecto de la cantidad de habitantes sobre la tierra. Deberíamos cesar cualquier otra actividad, por ejemplo los vuelos espaciales, la investigación artística, la fabricación de armamento, etc. (excepto aquellas actividades que nos permitan sobrevivir) para poner a la obra y al máximo todas nuestras capacidades. Gracias a un esfuerzo colectivo, nos tomaría unos 20 años estar en condiciones de vencer a la muerte natural. Naturalmente, habría que suspender después los nacimientos hasta encontrar otros planetas u otras posibilidades de vida sobre la tierra. Todas las guerras y todos los rencores del hombre son engendraros por el miedo latente y por la conciencia de la muerte. El hombre dio inicio a su evolución defendiéndose del entorno desfavorable, elaborando por sí mismo sus medios de defensa. Curiosamente, una vez vencidas las calamidades más peligrosas, conforme pasaba el tiempo se iba acostumbrando la idea de la muerte natural como algo inevitable. Cada medio de defensa inventado por el hombre ha sido siempre contrarrestado por un medio de ofensa. Este precario equilibrio sigue existiendo hoy, con la salvedad de que los medios de ofensa actuales pueden destruir por completo toda forma de vida sobre la tierra. De allí que sea preciso orientar todas nuestras posibilidades hacia un ideal ajeno a las estimulaciones y las aspiraciones ordinarias del hombre. El hecho de tener hijos (hacemos nacer cosas porque no tenemos la posibilidad de vivir por siempre y quizá no tengamos esa posibilidad justamente porque hacemos nacer cosas) constituye una manera de lograr la eternidad, excepto que de ese modo es la especie humana la que la alcanza, no el hombre. Cobrar consciencia de que somos descendientes debería hacernos entender que somos nosotros mismos los que deberíamos de utilizar las experiencias que vivimos, hoy y a futuro. Desde hace algún tiempo me intereso por aquellas personalidades que han tomado en consideración este problema y que han entendido e interpretado la situación absurda del hombre sobre la tierra, antes que por aquellos que han cantado las bellezas y las certidumbres de la vida. Es así porque, de hecho, todos los hombres han entendido desde siempre que la vida vale la pena de ser vivida. En todas las épocas de la humanidad se han labrado ideales en los cuales creer, motivos que le conferían sentido a la vida; casi siempre se trataba de pretextos que hacían posible la unión de ciertas personas con otras, las más de las veces en pro o en contra de otras, incluso inventadas quizá. El hombre ha fingido siempre no ser autor de sus inventos y por lo tanto ha hecho como si éstos no fuese por completo controlables por él mismo, como si hubieran sido inevitablemente decididos por la naturaleza. Esos ideales, esa fatalidad en que siempre ha fingido creer, nunca lo han unido a sus semejantes, justamente porque de manera inconsciente sentía que se traba de ideales mitológicos de los que difícilmente podría obtener en su calidad de hombre ventajas reales y duraderas. Sólo un ideal superior, sin relación con la fatalidad, puede unir sin discriminación a todos los hombres en su empeño por lograrlo. Al alcanzar la inmortalidad, el hombre, quizá por vez primera desde su aparición sobre la faz de la tierra, podría realmente y de manera indiscutible diferenciarse del resto de las especies vivientes. Al detener la evolución del tiempo, a una edad libremente elegida, al interrumpir el envejecimiento, rompería el encanto de la dimensión misteriosa que revela el universo, dando así el primer paso hacia una mejor comprensión de la vida. Espero poder algún día tomar un vaso, llenarlo de vino y beber, y sacar a pasear a una gallina, y poder hacerlo de veras yo, yo mismo.


Tomado de Gino De Dominicis en la revista la Tempestad 16, edición semestral de artes visuales verano 2008 (no sé qué pensar de una revista con semejantes contenidos y una publicidad para muy pudientes).

13.6.09

Grande y tierno

How soon is now?
The Smiths.

Resulta que lo que más gusta en la vida es mejor tenerlo en cantidad escasa sino corre el peligro de perder su sentido. Entonces cuando alguno de esos gustos acontece, el placer que provoque será por lo menos un poco mejor que si estuviera ya muy gastado. 

Rodrigo los piensa leyendo el blog de Álvaro, haciendo así sus comentarios anónimos con una supuesta gracia incisiva, creyendo que se burlan o que buscan una especie de reconocimiento imperfecto, que disfrutan de la comodidad en las nuevas formas para decirnos las cosas, dándole importancia a esas frases articuladas que en realidad ni para Álvaro ni para Rodrigo tienen el mismo peso. Ellos fiándose de las palabras escritas, ellos enmarcando oraciones reveladoras para colgarlas en sus salas, baños y habitaciones cerebrales, otra Biblia falsa aunque más fresca, ocupándose de las vidas de otros porque las suyas no les son suficientes.

No hay tiempo para pensar ahora, ya todo está hecho además y sino, ahí está la TV, ¿para qué esforzarse?, ¿con qué lógica se vive todo un verano sin un ventilador al lado? ¿Y apoco tú te crees el cuento completo y sin fijarte mucho en tu propia persona disparas juicios creyendo que eres un francotirador de los buenos? Disparas pero no te importa fijarte si la bala dio en el blanco, estás tan lejos del blanco que ese ya no es tu problema, ¿verdad? La realidad es otra, siempre es otra cosa distinta, y es así para todos; Rodrigo intentará explicarlo: –Si los dos vemos una mesa roja, es posible que no veamos en realidad el mismo color. Sólo que tu cerebro registra ese color como rojo, y el mío registra otro color como rojo de igual forma. Y cuando decimos que la mesa es roja, los dos estamos viendo colores diferentes a los cuales llamamos de la misma manera. Pero en realidad el rojo no existe.– Y esto que nos acaba de explicar Rodrigo es como para darle besos con una admiración sin reservas por ser tan inteligente. Álvaro se ríe, de esa forma los demás sí lo entienden, ya que cuando Rodrigo llora los demás sólo se confunden. No están los tiempos para entendernos con lágrimas, ignoro si alguna vez fue posible esa forma de comunicación entre las personas. Las increíbles personas que creen que no son animales, que no son una plaga. Sociedades evolucionando desde hace 10mil, 50mil años o más, ¿qué sé yo? Si Rodrigo lo medita con calma puede observar que en realidad no hemos avanzado tanto, seguimos igual que siempre sólo que ahora todo urge, no hay tiempo de nada. Confiar en que todo termine. Por otro lado ya todo está dicho y hecho, y sobretodo gastado. Ya lo escribió así Álvaro, ¿no?

Entonces no voy a seguir a nadie. No quiero pertenecer a nada. Voy a esperar sentado a que la misma vida los transforme, a ver si algo me toca de esa transformación que todo sufre con el caer del tiempo. Y es sólo un capricho más, otra necedad sin fruto. La madrugada será mi aliada mientras voy eliminando a los vicios, saldré a correr y espero que ninguna ardilla se burle de mí, y si se burla mejor, igual me dará risa. No quiero entendimiento, no quiero curiosidad a mi alrededor tratando de indagar si soy quien realmente digo ser o si soy lo que ellos dicen que soy. Me rasco con mis propias uñas y se siente tan bien hacerlo que mejor lo interrumpo de golpe, no quiero correr el peligro de echar a perder también este gusto. Tengo que ahorrar placer para mí y para más de alguno de ustedes, sé que luego me van a venir a pedir prestado.


Tomado de tener 0 piensos a veces.

4.6.09

Falla

I might be wrong.
Radiohead.

Se revisa el módem, todo bien, las luces están prendidas, algunas parpadean con naturalidad. La descarga está lenta, algo pasa, tal vez sea el hecho de que hoy se nubló en la tarde después de otra mañana de calor intrépido. 20KB/seg en promedio es una grosería, de esas groserías que es mejor no tomar en cuenta pues nada se puede hacer para solucionarlas. Existen los centros de llamadas para la atención al cliente, y uno a veces se pone en contacto con los agentes, les explica que la descarga está lenta, que se contrató un servicio de tantos megas por segundo; ellos parecen no entender, dicen estar viendo en sus pantallas que todo está en orden, que se pondrán en contacto con el departamento técnico. Hasta tienen la osadía de decirme –no se preocupe.– Dos personas abriendo un proceso de comunicación; una el emisor, otra el receptor, cambiándose los roles constantemente mientras se reparten mensaje, código y canal. ¡Pero la comunicación no funciona! ¿Es que no se dan cuenta? La descarga sigue lenta. El departamento técnico no tiene ni idea, los agentes confían en sus pantallas y ni si quiera he llegado al 34% del total de la descarga. Entonces vuelvo aliviado a la maravillosa frase de ya sabemos quién: “hasta la ciruela pasa”.


Tomado de lo popular en la lengua y de las inmaduras “nuevas tecnologías”.