27.2.10

Todo, todos

Quisiera sentirme conectado como antes, sentir que lo cotidiano se convierte a ratos en especial por el simple hecho de ver las cosas a través del mágico cristal de una visión profunda y sencilla. No sé cómo perdí esa capacidad de existir a un paso fuera del margen de lo común. Ahora soy común, soy la mayoría. Me levanto, desayuno, salgo a la calle, hago de comer, hago ejercicio, leo, me lavo los dientes despostillados y observo al sol entrar por mi ventana con la inclinación correspondiente a la época del año en curso. Ya no hay bolsas de plástico bailando en el aire para mí como en las películas, ni si quiera ensoñaciones que asemejen algunos momentos de mi vida con alguna película lenta. Así todos los días son el mismo día, la misma noche y a veces sale la luna llena. Pasan por mi umbral todos los seres que me rodean en ésta ciudad, todas las edades, todas las complexiones, todos los pesos y todas las texturas y colores de piel; y por sobre todas las cosas, pasan los olores de sus cuerpos. Sí, la culpa es mía, no intentes decírmelo como quien le avienta un salvavidas desde cubierta al que ha caído, si bien que lo sé, no soy un inconsciente. Mis nuevos recursos son la edad ampliándose que suma al tiempo creciente como todas las páginas de los libros que me he chupado por los ojos.

Esto no es una queja.

17.2.10

Hoy me pasó

Me dijo: "vamos al cubil." Resultó ser un reducido espacio rectangular donde apenas cabía un escritorio con todo y computadora, junto a un lavadero empotrado en la pared al fondo. Luego entendí que ese es el lugar ideal para fumar y revisar el correo, ya que está frente al cubo de las escaleras, por una parte; la otra parte que lo hace un cubil perfecto es que desde ahí se puede espiar lo que pasa en las escaleras.

Mi vida como felino.