16.11.16

Extracto número tres ::: 'Teoría del cuerpo enamorado'

El deseo, y luego el placer, revelan y ponen al descubierto el encierro de cada cual en su piel, en sus límites corporales apremiantes. La intersubjetividad sexual supone menos la fusión que la yuxtaposición, menos la confusión que la separación. La eyaculación, masculina y femenina, prueba la imposible religión amorosa y la evidencia del ateísmo en la materia.

Tras el deseo material y atómico viene el placer solitario y solipsista: la doctrina de los materialistas continúa desgarrando los velos de la ilusión y poniendo en cuestión las ficciones novelescas escritas sobre este asunto a lo largo de los tiempos. En adelante, cuando se lea pasión, amor, sentimiento y corazón, hay que entender deseo, placer, libido y sexo; allí donde Afrodita vuela en el cielo de las Ideas, veremos a Venus armada con un falo terrestre; en cuanto los idealistas hablen de falta, fusión y plenitud, los materialistas replicarán con exceso, descarga y soledad. Una vez superada, la poesía deja lugar a la fisiología; y la teología se aparta, reemplazada por la filosofía. Ayer los mitos y las historias edificantes, hoy la razón y las lecturas petrificantes. La lucidez exige un tributo sin concesiones.

¿A qué se parece un ateo en materia de amor? ¿Qué actos puede cometer un individuo liberado en estas cuestiones? Los cínicos no responden con consideraciones teóricas —no es su género ni su costumbre—, sino mediante hechos y gestos, escenas y anécdotas.

[Extracto del libro "Teoría del cuerpo enamorado. Por una erótica solar" de Michel Onfray.]