28.2.08

Good Lilián

La recurrencia ¿no?, los monotemáticos que bien podríamos aburrir a la humanidad entera pero nunca a nosotros mismos. Tenemos la pasión localizada y bajo la mira, trabajamos desbastándola poco a poco. Queremos las explicaciones sobre el entendimiento de algo, cuando simplemente hay cosas que no se pueden entender o que no se deben querer entender. Lo sabemos pero no hacemos caso. Y en este aferre obstinado llegamos a puntos que ni nosotros mismos sabíamos que llegaríamos y es ahí donde reside la alegría amarga de creer que hemos encontrado una cienmillonésima parte de la respuesta total, para luego regresar al principio, al entendimiento de que seguimos sin saber gran cosa. Pero la terquedad no se quita fácil, es genética propia de nosotros, y qué bueno, porque somos caracoles que dejan su baba embarrada en troncos vírgenes, mientras los demás son escargots bajando por el tubo digestivo de alguna pasión glotona como la misa del domingo, el fashion o el fútbol, por citar esos lugares comunes.

La soledad que se genera en todo esto es un concepto impuesto, magia negra social. El disfrute de un plato sucio vacío sólo lo sabe el estómago, después se irán enterando los demás. Y hay quienes ni se enteran, aunque se nutran del evento.

La recurrencia nos afirma y descontrola tantas veces como veces quepan en la repetición. Un placer que cansa.

Una tensión individual junto a otras muchas hacen que el corazón bombee más fuerte. Pero si nos cansáramos de escarbar sobre la piedra, nos cansaríamos del aburrimiento de estar frente el estadio lleno de gente que grita o de las compras de artículos de lujo en Plaza Galerías. El refugio a nuestras neurosis son cosas bien provechosas: la música, el cine, las letras...

Refugios recurrentes, música recurrente, letras recurrentes, cine recurrente. Está claro, no hay necesidad de inventar algo nuevo, siempre será lo mismo. El remedio es coger un avión en donde quepa nuestra vida y venirse a Perú, irse a Sydney o a Nueva York. Romper falsamente el ciclo, despejar mediante simulacros a la mente. Para decir y pensar que nos hemos librado del problema, que de aquí en adelante seremos otros. Levantarse de la cama con propósitos. Y terminar la vida aceptando que nunca fuimos capaces de sacar la cabeza del hoyo. El hoyo del mundo donde sin saber nada estamos.




Tomado de esta liga.

1 comentario:

leeleean dijo...

Es como hacere una cobachita con todos nuestros lugares comunes y no slair de ella nunca. Yo ya quiero salirs, creo...
Oye, te extrañamos =(