30.7.19

It's almost tomorrow

Es que en verdad estoy desesperado decía Hamilton desde un pasillo aislado y oscuro en el fondo de su imaginación. Es que no tengo fuerzas ya ni para levantarme de la cama y Remigio lo escuchaba callado aunque pensaba ciertos cientos de ideas adentro de su cabeza revuelta. Hamilton daba tres pasos después de levantarse de la cama y volvía a caer sin fuerzas en un sillón de la sala. Remigio prefería mejor voltear a ver a los automóviles estacionados afuera de la casa desde la ventana. Hamilton indeciso callaba y los dolores en su sistema digestivo se hacían presentes como los rayos de una tormenta que estaba cayendo sobre ellos y que se sienten caer desde el cielo con una potencia terrible. Remigio se cubría el cuerpo con más ropa para guardar más de su calor corporal y combatir al frío de ese día nublado mientras Hamilton hubiera querido seguir durmiendo otros 3 días sin despertar, pero el extracto de jengibre le revolvía las entrañas, le quemaba el tracto digestivo y le daban ganas de azotar en el piso sin importar que ahí tirado el frío lo pudiese poseer por completo. Remigio intentaba preocuparse, le daba unas miradas furtivas a Hamilton esperando que Hamilton no se diera cuenta de que Remigio lo observaba con intriga, así todo seguiría siendo impersonal, como el sexo fugaz entre dos extraños que no quieren en realidad saber nada el uno del otro. Remigio iba al anaquel y abría los botes para comprobar que seguían sin pastillas e intentaba de nuevo preocuparse por Hamilton pero en realidad por quien se preocupaba era por él mismo. El reloj marcaba el inicio de la tarde y los botes pasarían otra semana sin ser abastecidos mientras Hamilton se retorcía en el sillón de la sala como una lombriz a la que le echaron sal de mar mientras Remigio de vez en cuando, y solo cuando Hamilton dormía, se acercaba a él y le acariciaba la cabeza con los restos de un amor bastante descompuesto, pero amor a fin de cuentas. La historia podría continuar, el narrador podría terminar de narrar las penas de Remigio solamente porque las de Hamilton era mejor no mencionarlas nunca. La historia podría tener un desenlace pero el narrador sabía que lo mejor era no contar el final. Así que sin preguntárnoslo nos dejará a los lectores aquí, en este punto de angustia y al mismo tiempo de serenidad, habiendo conocido algunos detalles de la situación de Hamilton y Remigio pero sin saber qué pasaría después de esa tarde en ese día nublado donde el frío acaparaba los espacios en esa casa abarrotada de situaciones llevadas al límite por dos personas que bastante solas creían hacerse compañía.