19.4.20

Gelatinas

A medio día se metieron a robar al depa de abajo. Cuando la vecina me avisó por el interphone yo estaba plácidamente en la cocina terminando una gelatina de Sprite con gomitas y nueces picadas. Le empecé a preguntar cosas hasta que llegamos a la parte donde me dijo, ella en la calle, yo en mi cocina, que 4 sujetos encapuchados de acento colombiano se habían metido a su depa. Un par de preguntas más y supe que los delincuentes podrían estar todavía en su depa, o en el edificio. Somos 4 deptos, dos abajo y dos arriba. La vecina vive debajo de nosotros, en su patio empieza una escalera de caracol que conecta con el nuestro, respectiva puerta al pasillo de nuestras habitaciones, la escalera sube y termina en la terraza. Me preguntó, ¿están bien, todo bien con ustedes? Colgué de inmediato el interphone sin decir nada, paralizado, los colombianos podría estar a mis espaldas en ese momento hasta donde la información me alcanzaba para entender lo que estaba pasando.


Desesperado grité: “ANAAAAAA, ERICKKKKK, se metieron a robar al depa de abajo y no sabemos si los vatos ahí siguen”. Ana estaba en los sofás de la entrada sufriendo su renombrado mal del jabalí (como el del puerco pero más salvaje), llegó de un brinco a la cocina y dijo que tenía un machete, corrió a su cuarto, al pasar junto al baño le dió un fuerte golpe a la puerta con la palma de la mano y le gritó a Erick que saliera, le explicó la situación, volvió con un machete, Erick salía de bañarse y en tres segundos estaba en la cocina ya vestido, se fue directo a la entrada del depa. Lo seguí y desde los ventanales que dan a la calle vi que había como ocho patrullas abajo con decenas de policías por todos lados. Bajé y la vecina les estaba abriendo la puerta de su depa, entraron muchos policías a su lugar junto con ella, me quedé en la cochera, les comenté a los policías que los departamentos se conectan por una escalera de caracol, y subí a mi depa con muchas ametralladoras AK-47 automáticas subiendo detrás de mí. Ana corrió a su cuarto a esconder el machete y Erick corrió al suyo a cerrar la puerta con llave porque tenía mota y sabrá Dior qué otras cosas regadas por todos lados. Yo ya no sabía bien ni qué estaba pasando, tantas AK-47 paseándose por mi depa, el machete en un momento reluciendo filoso ante mis ojos y luego escondido ante las armas de alto calibre, drogas expuestas por toda nuestra vivienda, Erick serio, Ana más seria todavía. Mi gelatina temblando, sola, en su recipiente. Les dije a los policías que la escalera de caracol era por acá y me los llevé a la terraza, la cual, cuando llegamos estaba llena de más AK-47 desfilando por todas partes. Eso ya era una escena entre tarantinesca y lyncheana.


Bajamos al depa de la vecina, nos dijo que ella estaba sola en su cuarto, en su cama, dando terapia psicológica en línea cuando los tipos entraron y la amarraron, le pusieron una playera en la cara, pero como la playera era de tela traslúcida ella podía ver, tres estaban encapuchados y uno no. Llegó protección civil en una ambulancia y fueron con la vecina a ver qué onda, todos los policías le hacían señas a la vecina, en las espaldas del de protección civil, para que lo corriera. Uno de los policías que estaban en la cochera le gritó a los que estaban junto a la puerta que da a la calle que cerraran la puerta, porque habían llegado los policías de la Delegación. Nunca, ni las películas de acción, había visto a tantos policías juntos en la escena del crimen. Yo seguía sin saber bien qué estaba pasando. Algunos policías traían cubrebocas, otros no. Los delincuentes ya se habían ido hace mucho. Ahora podría ser que hubiera Covid-19 por todas partes del depa de la vecina y el nuestro. La situación crecía como una bola de nieve a diámetros inimaginables.


Subí a mi depa, Erick ya había cerrados todas las puertas y ventanas del depa. Hacía calor. Agarré 200 pesos y me fui a los tacos de carnitas del mercado. La realidad siempre supera a la ficción.