17.3.10

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[...] No es que la luz procedente de remotas galaxias no llegue hasta nosotros; es que nunca llegará a nosotros, es una alegoría de nuestra soledad. ¿Qué proporción de nuestra orgullosa ciencia es también ciencia ficción, un modelo cuya única veritas demostrable es la de las matemáticas, de las matemáticas jugando a sus propios juegos ensimismados?

[...] Todos y cada uno de nosotros ha tenido la experiencia de una frustración de la consciencia, de unas barreras al entendimiento. ‘Tropezamos’, en ocasiones visceralmente, con impalpables pero rígidos muros del lenguaje. El poeta, el pensador, los maestros de la metáfora hacen arañazos en ese muro. Sin embargo, el mundo, tanto dentro como fuera de nosotros, murmura palabras que no somos capaces de distinguir. Se proclama que los ‘tonos no oídos’ son los más dulces. Cézanne atestigua con modesto enfado la incapacidad de sus ojos para penetrar la profundidad del paisaje que tiene delante. El matemático puro tiene conocimiento de los irresoluble aunque no hay ningún modo de captar con seguridad la fuente de esa imposibilidad de resolver. El pensamiento más inspirado es impotente ante la muerte, una impotencia que ha generado nuestros escenarios metafísicos y religiosos. (Volveré sobre esto). El pensamiento vela tanto como revela, probablemente mucho más.

Una séptima razón para ese Schleier der Schwermut (‘velo de la pasadumbre’).


'Diez (posibles) razones para la tristeza del pensamiento' de George Steiner.

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