22.7.11

Soundcheck

Tanto tiempo saltando demonios, Rodrigo hasta vuela, pero siempre obediente a Nietzche.

El destino se crea a sí mismo constantemente en forma de aprendizaje forzoso, como un bonito pez dorado dando vueltas en su turbia pecera hasta que le cambian el agua. Las avalanchas de los finales en el límite de las circunstancias y nuevas glaciaciones en el horizonte. ¿Dónde queda el peso de la parte que cada quien juega en los rebotes que a veces no pasan la red? La configuración emergente del yo diluyéndose en todas esas pruebas de control, ritmo, solvencia y acrobacia del pensamiento diagonal y el sentimiento intempestivo. Sí, los años cuentan al tiempo y el segundero de algo sirve, alguna solución aunque sea tibia se debería de poder proveer.

Pero y las grietas, ¿cómo se cierran?, ¿o solo se rellenan de soledad?

Llegar a los 30 habiendo vivido el doble de tiempo, o solo casi una tercera parte del mismo. O simplemente cumplir números múltiplos del cinco de darle vueltas al sol. Rodrigo se marea. Un último clavado en la zona de confort antes de partir a cazar Pie Grandes en el valle frente a los volcanes que se supone deben seguir siendo de los aztecas o por lo menos de los nuevos aztecas globalizados. ¿Por qué no escribir una novela con el desarrollo ficticio de ésta historia real? Sería algo metasagrado, pero no gracias, a Rodrigo no le ajusta el ingenio.


Rodrigo y sus demonios van a poner a prueba al engranaje social, al sistema macroeconómico y al fundamento de la fe; van a cocinar una barbacoa en pozo en la cumbre del Olimpo. Y no estamos invitados.

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