15.3.10

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[...] No hay quizá ninguna actividad humana más extravagante. No pensamos nuestros pensamientos excepto en los breves periodos de concentración epistemológica o psicológica. Casi en su totalidad, el incesante conjunto y suma del pensamiento pasa fugazmente, inadvertido, sin forma y sin utilidad. Satura la conciencia y muy posiblemente el subconsciente, pero se seca como una delgada lámina de agua sobre tierra abrasada.

[...]

¿Cuántos reconocimientos se desperdician en la indiferente avalancha del pensamiento desatendido, en el soliloquio no oído u oído por casualidad en la emisión cerebral de cada día y de cada noche? ¿Por qué somos incapaces de condensar, almacenar ordenadamente y con todo su potencial –como hace una batería eléctrica- el voltaje, posiblemente fructífero, generado por los insomnes arcos y sinapsis de nuestro ser mental? Es precisamente esta generación, infinitamente derrochadora y ruinosa, lo que no podemos, hasta ahora, justificar. Pero el déficit está más allá de todo cálculo.

Una quinta razón para la frustración, para ese fundamento oscuro (dunkler Grund).


‘Diez (posibles) razones para la tristeza del pensamiento’ de George Steiner.

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