15.9.10

Reflexiones desde el laberinto de una auto-impuesta soledad

A ver, mucho ruido y pocas nueces gente. Hoy es el famoso bicentenario y dios y el mundo saben lo apáticos que estamos en celebrarlo puesto que según la perspectiva histórica los motivos para hacer fiesta deben minimizarse frente a la realidad. ¿Y cuál es esa realidad? Pobreza e inseguridad son las dos palabras que inmediatamente aparecen. Pero ¿acaso esa es nuestra única realidad presente? Al polarizar al país de esa forma se deja mucho por fuera.

Para los que hemos tenido la oportunidad de vivir fuera de México esa realidad toma otros matices. Por lo general los que podemos salirnos del país lo hacemos al primer mundo y si de ahí parten nuestras comparaciones e insatisfacción estamos cometiendo un error demasiado evidente. Sin embargo, reafirmando ese concepto de realidad actual, nuestro contexto debe enfocarse a reflejarnos dentro de nuestro marco histórico el cual está en Latinoamérica. He tenido la suerte de vivir en varios países de Centro y Sur América, donde la pobreza e inseguridad rebasan por mucho a la nuestra, al igual que la falta de educación y cultura. Es curioso ver cómo estos países voltean a ver a México como un modelo, tal vez esto sea porque somos el patio de recreo de los Estados Unidos y por toda nuestra tropicalización con lo gringo. Si creemos tener problemas con nuestra identidad nacional, créanme que estamos mucho mejor parados en ese tema que algunos de nuestros vecinos continentales, sólo que a los mexicanos nos gusta tirarnos al suelo a ver si alguien se toma la molestia en levantarnos.

Abogo, en la medida de la posible y sin ingenuidad, porque intentemos dejar esa pesadez que me parece más pose que convicción. En este país no hay guerra, la gente no muere de hambre en la calles, somos libres de profesar nuestras creencias y traumas históricos. Sí, hay matanzas, desigualdad, narcotráfico, corrupción, etc. Pero ¿qué lugar del mundo está libre de esto? Se trata de poner en la balanza nuestro estado de derecho, al final de cuentas creo que no salimos tan mal librados.

No se trata de gritar viva México a lo pendejo. No se trata tampoco de gritarle al mundo que seguimos siendo la Malinche violada. Ni de pensar que con sólo quejarnos las cosas van a cambiar. Tenemos un país privilegiado en muchos aspectos, menciono sólo dos: nuestra cultura, tan intrincada y profunda; y nuestro territorio natural, rico y diverso. Al final de cuentas creo que la mayoría de los mexicanos, con o sin quejas, tomarán sus tragos de tequila y girtarán -¡Viva México!-, en un desconocimiento integral de en dónde estamos frente al mundo y frente a nosotros mismos, en un descontento generalizado pero en el fondo con muchas ganas de gritar, sin importar si es por orgullo o para echarle en cara al mundo y a nosotros mismos la gran farsa que es la vida, y en este punto habremos roto fronteras. Somos un país joven todavía, pero adolescente ya no, habrá que ponernos a la altura de las circunstancias.

1 comentario:

Zabioloco dijo...

Hoy precisamente estaba en consulta con un paciente de 15 años, él joven me dijo:
-Pero, no hay mucho que celebrar...

Yo de todas maneras hubiera celebrado, pero mis guardias son los miércoles.

Saludos cordiales.