28.12.10

A martillazos

(En lo que ando ahora:)

Pienso que puede hallarse una relación más profunda de esta determinación negativa, esta mera negociación de la racionalidad de la existencia, con su realización positiva contenida en la metafísica de la voluntad. Para comprenderla distinguiremos entre aquellas manifestaciones del ser que pueden ser derivadas casualmente y reunidas conceptualmente, y el hecho de que son la forma del ser mismo en el que forman la realidad. Todas esas individualidades designables de la existencia pueden penetrarse hasta el fondo en lo que a su determinación cualitativa se refiere. Por eso, Hegel pudo llamar racional a toda la realidad. En principio, la razón puede ordenar en sus normas a todo contenido de la existencia, puede dominar lógicamente a todo aquello que se determina por sus cualidades; la razón misma que se nos presenta a nosotros como pensamiento determina y ordena las cosas objetivas, porque si no, nuestro pensamiento no podría llegar a la verdad de las cosas. Pero este comprender que conforme a razón deriva y reúne, no sirve si se trata de aplicarlo a sí mismo. El que las cosas cuyas determinaciones vemos en su recíprocas relaciones, y en la necesidad con que las unas se producen cada vez dadas las otras, el que las cosas sean, en un factum impenetrable, que puede ser aceptado, pero no comprendido, frente al cual se retiene nuestro entendimiento. La necesidad que existe para que los contenidos se condicionen de la manera dada, no existe modo alguno para le hecho de que existan realmente; pues sería contradictorio que no existiese ser alguno, y serían tan comprensible como que exista uno, esto es, no sería comprensible. Por eso Hegel, a quien le interesa construir espiritualmente los contenidos del mundo, equipara el ser puro con la nada pura, aun cuando admite que entre ambos existe una diferencia, pero una diferencia inefable, y no susceptible de ser encerrada dentro del concepto. Esta incomprensibilidad lógica del concepto de ser determina que cada uno de los distintos sentimientos de la vida lo interprete a su manera. En Spionza se percibe el éxtasis, revestido de una forma racionalista, que suscita el milagro de ser; todo lo individual desaparece en este abismo del ser, pues todo lo individual significa determinación cualitativa, y, por consiguiente, en tanto que es individual no es ser. En esta pasión por el ser, para la cual Dios no es más que una mera expresión, no puede tolerar que exista todavía algo más que no sea el puro e ilimitado ser. La irracionalidad del ser se esconde en su conciencia científica, porque todavía no ha visto aquella distinción fundamental entre el contenido de las cosas y su ser, y hace representar esta distinción por lo particular y lo general de las cosas. El que este dominado por la profundidad mística del ser es al mismo tiempo causa y efecto de que no se le aparezca todavía el ser como algo lógicamente impenetrable. Y para que pueda ser comprendido racionalmente lo llama causa sui, es decir, declara que lleva en sí misma la casualidad que hace que las cosas sean comprensibles; el ser no es comprensible en ningún otro –pues no existe “otro” alguno-, sino únicamente en sí mismo. En cambio, Schopenauer está penetrado hasta el fondo por el oscuro destino del ser; no es que el ser traiga una fatalidad consigo –lo cual también ocurre de forma secundaria, por lo demás-, sino que él mismo es ya una fatalidad. Sabe con perfecta claridad que el ser no es comprensible para nuestra razón, y que por eso para el espíritu metafísico es indeciblemente aterrador, insoportable, a no ser que se decida abrazarlo con místico amor, como hace Spionza. Y pienso ahora que tal vez la explicación del ser como voluntad fuese como un recurso para librarse de la dureza incomprensible que el ser ofrece frente a la razón.

"Schopenauer y Nietzche" de Georg Simmel.

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